Allí donde se encuentren, los huesos de Fernando Guanarteme han vuelto a removerse en su tumba. La Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias anunciaba la puesta en marcha de un proyecto orientado, de una parte, a desarrollar una intensa y sistemática labor de recopilación y compulsa documental que permita reconstruir, de manera fiable, la suerte que pudieron correr los restos mortales de este personaje histórico desde su primitivo enterramiento. Y, de otra, a ejecutar un estudio histórico-arqueológico integral de la ermita de San Cristóbal.

Al hilo de este anuncio, el Grupo Parlamentario del Partido Popular (PP) "resucitaba" ese antiguo anhelo que repiten con recurrencia ciertos sectores de la sociedad grancanaria, desde asociaciones, vecinos, políticos y toda una cohorte de personalidades emparentada con el "noble", registrando el 1 de febrero en el Parlamento de Canarias una Proposión No de Ley (que no figura en el orden del día de las sesiones del 8 y 9 de marzo), por la que se insta al Gobierno de Canarias "a la apertura de la tumba de Fernando Guanarteme y la recuperación de los restos óseos que allí se encuentren, para su posterior caracterización antropológica. Y al traslado a su lugar de origen en Gran Canaria de los restos, si los hubiere, o en su caso de la lápida del que fue monarca grancanario".

Se diga lo que se diga, no se conocen con certeza detalles de la vida y muerte de Fernando Guanarteme, figura que el imaginario popular ha adornado con los valores de una supuesta o real patria, Hijo Predilecto de Gáldar. Y es que, de hecho, ni el nombre de resonancias canario-amazig con el que se le designa a menudo, Tenesor Semidán, ni las filiaciones genealógicas que se le atribuyen parecen dignas de demasiado crédito, como tampoco el falso mito de su presencia en Calatayud. Quizá cabe preguntarse, como dice el estribillo de Los Sabandeños, "Guanarteme, ¿dónde coño estás?".

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