El sábado llega al teatro Guimerá de la capital tinerfeña con una obra que está protagonizada por Adrián Lastra, Ana Villa, Ángel Savín, Gabriel Garbisu, Lola Marceli y Roberto Álvarez. Liderando este elenco interpretativo figura la valenciana Magüi Mira (1944), actriz de largo recorrido -con destacadas actuaciones en el mundo del cine, el teatro y la televisión- que tiene una visión muy profunda sobre el pulso cultural de este país: "España es un país con grandes carencias... Ahora mismo, por no tener no tenemos ni gobierno", pone de ejemplo la directora de "El discurso del rey".

Los aficionados al género teatral aguardan con interés la llegada de "El discurso del rey" a Tenerife.

Es una expectación mutua... Nosotros trabajamos para hacer público y hasta que este no va al teatro, se sienta y aparece esa complicidad o no con los actores vivimos en alerta por ver cómo reciben un proyecto.

¿Cómo vendería esta obra a los que aún no han tenido la oportunidad de conocerla?

Las personas que acudan al Guimerá van a gozar porque es un espectáculo bellísimo. El séptimo arte hizo una gran película con esta historia y ahora el arte escénico, que no tenemos ese numerito porque esto es algo que está en nuestro ADN desde que el hombre es hombre y se puso de pie, va a contar la misma historia pero de una manera muy diferente. Es un trozo del paisaje de la historia de Europa que pudo haber cambiado la identidad de muchos países, pero se tomaron decisiones claves. El público verá teatro en estado puro; esa conexión que solo se percibe con el trabajo de los actores: cómo estos te proponen un viaje emocional que es algo que las nuevas tecnologías aún no han podido reproducir. El cine, la literatura o la música te la puedes bajar de internet, pero la esencia del teatro no se percibe a través de las redes sociales.

Si tuviera que realizar una introspección de cómo ha sido su conexión con el teatro, ¿qué nos contaría?

Lo primero que diría es que soy una actriz y directora que lleva mucho tiempo contando historias... Este es un oficio en el que nunca dejas de aprender y ahora mismo estoy entregada a una labor tan fascinante como es generar vida en los escenarios: la vida en la calle sucede, pero en los escenarios hay que crearla.

¿Pero el teatro está o no está en crisis?

Si lo está es porque vivimos en un país que culturalmente hablando está como está... ¡Qué le voy a contar yo que usted ya no sepa! Todos los gajitos de esta mandarina que se llama España están remaduros o podridos: por no tener no tenemos ni gobierno. La cultura es una cuestión de estado, el patrimonio más importante que puede tener un país, pero aquí no se le da ese tratamiento. Tenemos unos gobiernos, de todos los colores posibles, que han descuidado mucho a la cultura.

¿No deja de ser curioso que el mismo año que se cumple el cuarto centenario de las muertes de Cervantes y Shakespeare el trato que se le da cada uno de esos autores es muy distinto en función del país en el que se celebra el acto en cuestión?

Ese es un buen ejemplo para entender la diferencia de trato que existe ante dos hechos culturales tan relevantes... Al final todo está supeditado a la educación que hemos recibido y lamentablemente nuestro modelo hace rato que es bastante deficiente. En este país hay niños que siguen estudiando en barracones. Esa es la prueba más gráfica del valor que le conceden a la formación algunas de las personas que nos gobiernan, porque no es justo meter a toda la clase política en la misma cesta. A los malos gestores les importa un pimiento que esos niños/as adquieran unos conocimientos que son para toda la vida. Somos un país inculto porque hay un problema de raíz vinculado con la educación. El ejemplo que puso antes de Cervantes y Shakespeare es patético, pero real (silencio). No olvidemos que la mayoría de esas deficiencias las originaron personas a las que dimos nuestro voto en unas elecciones. ¡A ver si aprendemos a votar!

¿Ver el teatro desde bambalinas le sigue acelerando el corazón?

Ahora veo los toros desde la barrera, pero yo sigo trabajando con los actores... El teatro está vivo; se mueve cada vez que los intérpretes pisan las tablas. El cine, por ejemplo, funciona de otra manera. Tú puedes hacer una película maravillosa y será igual de maravillosa siempre, pero no la puedes tocar... Ese palpitar del que habla está en cada ensayo, en cada corrección, en cada aplauso...

La crisis de la industria del cine ha provocado un desembarco de actores en los teatros que ha generado un mestizaje artístico, ¿no?

La crisis ha traído a mucha gente del cine al teatro; gente muy buena y gente muy mala... Aquí solo existe un único plano, una cámara que está en el patio de butacas y que es el ojo del espectador. En el teatro no hay planos cortos, es decir o vales o no vales... En el teatro solo existen los buenos y los malos actores; no hay más. El talento es así de caprichoso. La realidad es que los intérpretes están sometidos a un desnudo integral frente a los espectadores. Jamás me atrevería a juzgar en público a un compañero de profesión, pero eso no quiere decir que bajo mi punto de vista haya actores y actrices maravillosas y otros que son realmente malos. Este es un oficio que exige tener una buena musculatura interpretativa.