El templo lagunero volvió a demostrar que por sus excelentes condiciones acústicas y notable capacidad de aforo está llamado a figurar entre las infraestructuras culturales referentes de la Isla. Si el pasado mes de febrero eran los Niños Cantores de Viena, dentro del programa del Festival Internacional de Música de Canarias, los responsables de abarrotar la Catedral, anoche no se repitió lleno, pero el público disfrutó con la interpretación del "Réquiem", del galés Karl Jenkins, por la Orquesta del Conservatorio Superior de Música de Santa Cruz de Tenerife, bajo la batuta de Ángel Camacho, acompañada por el Coro de Voces Blancas de este centro, dirigido por Juan Ramón Vinagre, el timplista Daniel Pérez, la flautista Patricia Castro y Laura Gordo al piano, junto a las voces de la soprano María Hernández y el contratenor Samuel Tapia, en calidad de solistas.

En palabras de Vinagre, este tipo de audición se programa pensando "tanto en el público como en los músicos", de manera que mientras el espectador tiene la oportunidad de disfrutar gratuitamente de un concierto, los alumnos aprovechan para desarrollar sus aptitudes "fuera del ámbito habitual del aula, experimentando así una situación real".

En referencia a la pieza, compuesta en el año 2005, el responsable de la dirección coral precisó que resultaba apropiada para un escenario como la Catedral y un auditorio de carácter heterogéneo, valorando desde el plano musical una factura que definió como "moderna y atractiva".

El réquiem, una composición concebida en origen para ejecutarse en misas por el alma de los difuntos, mezcla en este caso poemas japoneses de estilo haiku con el texto latino tradicional, uno de los aspectos que se consideran más originales de la partitura de Karl Jenkins. Este compositor ha logrado fusionar ideas distantes en el tiempo y también en el espacio, desde la combinación entre la vertiente más religiosa y purista hacia formas contemporáneas, una circunstancia que se evidencia en los ritmos étnicos, con protagonisno de los instrumentos de percusión, y también en las influencias propias de un género como el hip hop, rasgo perceptible en el segundo tema.

La línea de colaboración abierta con el Obispado, en cuanto a dar regularidad y continuidad a estas citas en los recintos religiosos, supone a juicio de Juan Ramón Vinagre un "acierto pleno" y una fórmula que espera se mantenga, tanto por lo que representa en cuanto a la posible atracción de nuevos públicos hacia repertorios clásicos, como por la oportunidad que supone para complementar el proceso de formación de los alumnos.