Manolo Blahnik aterrizó ayer en Tenerife, procedente de La Palma, con la elegancia innata que lo caracteriza. Ataviado por un traje cruzado, en esta ocasión en un tono claro, y su inconfundible pajarita. El aula polivalente del edificio central de la Universidad de La Laguna estaba ansiosa de poder compartir un rato con el artista, minutos antes de ser investido Doctor Honoris Causa por la ULL.

Tener a Blahnik por Canarias era muy común hasta que falleció su madre. Desde entonces, sus visitas son menos habituales, aunque cuando se acerca a su isla natal lo hace para "ver sus tierras, a sus perros y a los pocos amigos que le quedan". De padre checo y madre canaria, su pasión por el calzado nace en Santa Cruz de La Palma. Nos cuenta que: "a raíz de la escasez de materiales mamá es la que aprende a hacer zapatos con vestidos de los años 30, bajo las indicaciones de don Cristino. Creo que genéticamente no es para mí una novedad hacer zapatos".

El diseñador, con su característico tono de voz y expresiones propias, acostumbrado a los homenajes, habla de lo satisfecho que está en esta ocasión. Dice claramente: "Vengo con gran placer a recoger este premio. Otros no". Cuando se refiere a la visita a la isla de Tenerife y a la frenética jornada que le queda por delante, sonríe bajo la frase "un día como hoy es maravilloso", aunque en sus ojos se desvela la molestia por una lesión en su brazo izquierdo. Durante los veinte minutos que nos concede, se muestra agradecido con su maestra de la infancia, "doña Manola Fierro", y describe a Diana Vreeland, editora de Vogue América, como "una diosa, la mujer más interesante del siglo XX". Ella fue quien apostó por el creativo cuando tan solo hacer zapatos era un sueño.

Reconoce que no le gusta decir que hace moda: "No me interesa la moda, son todos iguales. Deberían de encontrar otra manera de vender las cosas mejor. Hacer las presentaciones sin música, esa música horrenda". Tampoco se entusiasma cuando le preguntan por la serie "Sexo en Nueva York": "Hace tanto tiempo de eso, hace siglos. Ya ni me acuerdo, no me interesa. Me parece que es frívola y antigua".

Lleva 47 años creando bocetos, hormas y tacones, dando forma a lo que comenzó como un sueño: hacer zapatos. Hoy lo hace "con más ilusión que nunca. Si la gente no se ha cansado de mí en cuarenta y siete años no creo que lo haga ahora", aclara, mientras apunta que estar en la fábrica es lo que más le gusta de su trabajo. El creativo que comenzó dibujando zapatos para una de las zapaterías más conocidas del barrio de Chelsea (Londres), ante la carrera que ha hecho, dice: "Soy un privilegiado, esta es mi libertad".

En el solemne acto de investidura que acogió el majestuoso Paraninfo, tras doctores y birretes, hace su entrada el "dibujante de zapatos", como le gusta que lo llamen. Blahnik comparte protagonismo con Juan Esteban Beckman, quien también será investido en el acto que preside el rector de la ULL, Antonio Martinón.

La profesora Josefina Rodríguez Enríquez arranca su discurso haciendo referencia a la satisfacción que tiene de amadrinar a Blahnik en este día, pero también lo que significa para los alumnos de la ULL, "sin los que nada de esto tendría sentido". Durante el discurso de presentación, Rodríguez Enríquez nos traslada hasta un encuentro imaginario con el diseñador, en uno de los centros de arte más importante de París. El creativo está atento, sonríe y mira de reojo a los presentes. Asiente cuando se despliegan todos los títulos que posee, así como cuando se refiere a sus próximas exposiciones y el largometraje que se rodará el año próximo sobre su persona.

Consciente de la importancia de las piezas que elabora, nos confirma que puede hacer un recorrido por 30.000 diseños que ha fabricado, pues los posee en su casa de Bath ordenados cronológicamente. "En este momento, están en proceso de catalogación para pasear por el mundo, en una exclusiva exposición que también tocará España, concretamente Madrid".

Manolo Blanhik, comprensivo ante el interés que sus vivencias puede generar, se presta a compartir un encuentro con los alumnos de la Facultad de Bellas Artes. Tras una ajetreada jornada, el dibujante llega alrededor de las 17:30 horas hasta el Paraninfo, espacio a donde se tiene que trasladar el evento por el interés que despierta para los amantes del arte. En esta ocasión, más distendido que en el discurso que ofreció en el acto de investidura. Se muestra cercano, divertido y con ciertos puntos de su característico humor inglés.

Con un salón que casi podía colgar el cartel de "completo", el artista se pregunta quién es él para aconsejar a nadie, pero se atreve a recomendar que los nuevos talentos tengan el absoluto convencimiento de dedicarse a lo que realmente les gusta. "Todo el mundo que quiera hacer algo lo puede hacer. Si eres listo y quieres hacer una cosa, la harás".

En una ronda de preguntas formuladas previamente por los alumnos de Bellas Artes, sin posibilidad de ampliarla, Blahnik reconoce que "le horroriza la mediocridad que está notando en Europa, hasta el punto de ser casi una obsesión". Sube el tono cuando se habla de lujo, "un término que está mal aplicado cuando se refiere a piezas que están mal acabadas"

Ante la atenta mirada de los asistentes, hace saber que lo primero en su modelo de empresa es la calidad para continuar con el diseño. Da esperanza a los estudiantes diciendo que "el trabajo está ahí, hay que salir a buscarlo".

Con la idea permanente de crear piezas realmente bellas, califica a las "plataformas como algo inmundo", y aclara que unos bonitos zapatos pueden seducir. Le gustan los nuevos materiales y se refiere a la seda de La Palma como algo maravilloso, que ha utilizado en alguna ocasión, pero difícil de pigmentar.

Con la tranquilidad que solo puede tener Manolo, regala anécdotas al público, y reconoce que, sin gustarle los viajes, recientemente desmentía a una mujer que afirmaba modelar unos "Manolos". No podía obviar hablar de su colaboración con la cantante Rihanna, "fue casi amor a primera vista, tras un sutil movimiento de cuello que ella hace como pocas".

Tras lo vivido durante el día de ayer, Manolo Blahnik se despide de la Isla con la certeza de tener a los tinerfeños a sus pies.