Por informal que pretendamos que sea un sencillo tentempié, los objetos que componen una mesa harán de una ocasión, casi normal, un momento para recordar.

Las cristalerías, tejidos, vajillas, velas, y flores permitirán que el soporte de deliciosos sabores sea parte importante para la ambientación.

La primera pieza que nos podrá orientar hacia lo que queremos reflejar será el mantel. Los tejidos pesados, adamascados, con relieves, y dibujos de todos los estilos, son tendencia. Los encontramos de colores fuertes, sean lisos o estampados, que permiten ser velados por encajes o gasas. En ocasiones, se puede hasta reciclar un bonito fular, que en un inicio tenía otra finalidad. Para lograr un aspecto más desenfadado podemos omitir las telas que visten los tableros al completo; aunque son compatibles entre sí, permiten optar únicamente por bajoplatos o caminos de mesa, incluso dejarlos totalmente desnudos.

En contra de lo que hasta hace bien poco era protocolariamente correcto, hoy las servilletas no son del tejido principal. Se presentan lisas, a ser posible en el tono más claro que el estampado recoge, y ya poniéndose meticulosos, personalizadas, con iniciales, fechas e incluso menús. Para ser envueltas con lazadas, que acogen una flor de lavanda, o una rama de canela.

Se permite hacer casi todo lo que nuestra imaginación llegue a alcanzar. Usar vajillas diferentes continúa siendo símbolo de buen gusto. No todos los puestos serán exactamente iguales, se combinarán distintos diseños para la loza. En algunos servicios se presentan líneas clásicas, como la conocida vajilla fabricada en Sevilla que representa paisajes, o la de procedencia inglesa que dibuja frutas. Tanto una como otra podrán hacer un guiño, en el servicio contiguo, a unos platos con relieves que figuran flores, o que son sencillamente con efectos metalizados. Siempre y cuando la gama cromática pueda ser cómplice entre unos y otros, "todo vale".

Ha quedado a un lado eso de que vayan los objetos bajo la misma bandera, hoy todo se presenta más divertido e informal, así que no dudes a la hora de coordinar una antigua vajilla con una novedosa, que sea el último diseño en un establecimiento que comercializa piezas de estilo nórdico.

Las cuberterías también se usan combinadas entre sí, respetando que cada servicio sea de la misma colección. Las de madera están cada vez más de moda, en ocasiones no cumplen rigurosamente las funciones que precisan, sin embargo, estéticamente producen un efecto muy atractivo. Si nos decantamos por cuberterías de metal, sin duda apostar por las doradas será un acierto. A la hora de elegir los utensilios para servir, la línea debe ser la que más se acerque al estilo principal que acogerá a los comensales.

Las cristalerías se visten de color. Puede ser con el fin de que el vidrio dibuje formas, o para ser completamente teñidas de un sugerente pigmento, que dé estilo y personalidad. Las cristalerías, hechas a base de resina, han estado de moda, se mantienen pero no se les augura mucho más futuro. Los vasos y copas serán los objetos que proporcionen altura en una mesa, habrá que tener en cuenta que será el punto de referencia para diferenciar cada comensal.

Desde el protocolo hay unas normas que se deben respetar. Cada servicio ha de estar compuesto por: tres tenedores, uno para carne, otro para pescado, que se colocarán en el lado izquierdo del plato, y uno de postre en la parte superior. Cuatro cuchillos: para el pan, será más pequeño, y se colocará sobre el platito que estará en el lado izquierdo, otro para carne y la pala para el pescado que se ubicará en el lado derecho, y el de postre situado en la parte superior. Una cuchara sopera, acompañando a los cuchillos, y otra de postre que se recogerá en la cubertería para los dulces. Un plato llano, otro plato hondo, y uno pequeño para el pan. El plato de postre hay que tenerlo previsto pero no ocupará el puesto, desde el inicio, en la propia mesa. La cristalería comprenderá: copa de agua, vino blanco, vino tinto y champagne, siempre se encontrará en el lado derecho.

En lo que a decoración se refiere, la imaginación y creatividad del anfitrión quedará latente. Los más atrevidos optarán por centros que mezclen formas, coloridos, e incluso piezas únicas.

Una tartera de porcelana, que acoja un majestuoso centro de hortensias, envueltas en rafia de color natural, logrará que con un simple gesto la mesa quede completamente vestida. La ambientación será con la luz de las velas, repartidas cerca de cada uno de los comensales.

Para los que optan por la simetría, dos candelabros de cerámica, metalizados en el color del oro, para arropar una base sencilla que acoja frutas verdes y hojas de diferentes flores y árboles, así se logrará un aspecto fresco, que en la línea monocromática permitirá una sobremesa distendida. Jarrones altos, que dejen colgar enredaderas, lucecitas, e incluso cintas, rodeados de pequeños portavelas, estilizarán el espacio.

Para los casos en los que la formalidad no es tal, optemos por el reciclado. Mesas redondas, que en el centro mezclen botellas, con blondas y lazos, que se pierdan entre velas y fanales. De esta manera el ambiente será romántico a la vez que desenfadado.

Los elementos decorativos se precisan posibles en altura, tamaños y distancia. A la hora de elegir tanto las flores como las velas hay que estar atentos a las fragancias, pues si son demasiado aromáticas disfrazarán los de los propios guisos.

A partir de esas pautas, el resto será cuestión de creatividad, para lograr que un espacio que puede ser solo correcto pase a ser un espacio con encanto, acogedor y agradable para los comensales, ya se reduzcan a una pareja o se amplíen a una majestuosa mesa imperial.