El martes asistió al estreno de su última creación coreográfica, una aventura con texturas flamencas que será uno de los reclamos turísticos de La Pirámide de Arona durante algo más de un año. "El público canario sigue siendo nuestra asignatura pendiente", revela Carmen Mota antes de analizar las claves de "Antología".

¿Los nervios continúan siendo un compañero de viaje antes de una puesta de largo?

Esos no se marchan nunca... La gente me dice que si con los años no se han ido para no volver, pero no. Los nervios siempre están. El público es como un monstruo de muchas cabezas y nunca sabes con cuál de ellas va a recibirte (ríe). Por mucha confianza que tengas en el producto que ofreces, siempre hay que contemplar sus caras para ver cómo reaccionan.

¿Y qué caras vio?

Me quedé muy contenta con la respuesta del público. Estoy feliz con el recibimiento que ha tenido "Antología".

¿Después de supervisar todo el proceso creativo se queda conforme con lo que ocurrió en el escenario?

Hemos conseguido acariciar la fibra emocional de los espectadores y eso siempre es una victoria. Gracias a Dios creamos algo que es capaz de transmitir sentimientos y, créame, eso no es tan fácil.

¿Cuál era su propósito en el instante de crear "Antología"?

Hay pequeñas cosas que han ido evolucionando junto a mí que incorporé a "Antología". No soy una mujer anclada en el pasado y me gusta que mis espectáculos sirvan para sumar nuevos elementos. El éxito de un coreógrafo está en la capacidad que pueda ofrecer para adaptarse a las habilidades de cada bailarín. Para mí es vital sacar el máximo provecho de sus virtudes, no exigirles algo que no me pueden dar.

¿Cómo valora las dos décadas que lleva trabajando en el sur de Tenerife?

La Pirámide de Arona es un escaparate grandioso para mis producciones y con este espectáculo los recursos escénicos se han enriquecido mucho. Aquí he encontrado los elementos necesarios para que los proyectos que diseño tengan un brillo especial. Eso es algo que no se consigue en todos los teatros, sobre todo cuando sales de gira. Sentir que estás en casa siempre es una sensación gratificante.

¿Pero no deja de ser curioso que un arte como el flamenco se consolide tan al sur de sus orígenes, y más concretamente en un espacio insular?

Los turistas que vienen a las funciones salen encantados al ver algo que no tienen en su tierra. En un primer instante sí que les resulta chocante encontrarse con una propuesta de flamenco en un lugar que asocian con el sol, la playa y otro tipo de diversión. Los extranjeros son menos reacios que los residentes a la hora de experimentar una aventura que la gente de aquí asocia de forma equivocada con una atracción exclusivamente turística. En ese sentido, el público canario sigue siendo nuestra asignatura pendiente. Aquí no han sabido valorar la identidad cultural que tienen nuestras propuestas.

¿Hay margen para corregir ese déficit?

No lo sé... Y eso que los residentes tienen un 30% de descuento. Lo que sí he podido verificar es que todos los montajes que se han realizado en La Pirámide de Arona fueron recibidos con mucho cariño por parte del público. Esa es una de las razones por las que sigo aquí. Emocionar a la gente que acude a ver una de mis coreografías me anima a seguir inventando historias a través del flamenco. No me preocupa tanto el hecho de que no vengan, sino que no sepan valorar lo que tienen aquí porque no han sentido la curiosidad de venir.

¿Carmen Mota se siente más apegada a la tradición flamenca o busca un discurso nuevo?

Yo nunca he perdido mis raíces flamencas porque eso es lo que llevo dentro y el nutriente de mis conocimientos, aunque por fortuna me gusta buscar. A mí el flamenco profundo, por muy bien que lo hagan, me aburre: soy innovadora. Al público hay que darle algo nuevo. Efectos de luces, vestuario, pasos con riesgo para que el baile acabe saliendo con un pas, pas...

¿Entiende el debate que sigue abierto entre los puristas y los renovadores?

Claro que lo entiendo, pero mi curiosidad por buscar nuevas formas no me obliga a perder mis raíces. Aquí me aferro al dicho de renovarse o morir, pero innovar no significa que haya que renunciar a un legado.

¿En su imaginación aún queda mucho caudal para seguir inventando coreografías?

Yo espero que sí. Me paso la vida viajando y asimilando imágenes que me gusta incorporar al trabajo que desarrollo cerca de los escenarios. Escribir, transformar esa historia en un baile y ver cómo crecen esas emociones hasta que el público las acepta como algo suyas es un proceso tan satisfactorio que compensa todos los malos ratos de los preparativos.

¿Eso es todo una declaración de intenciones, es decir, que hay ilusión para rato?

Los escenarios son parte de mi vida. Yo me he dejado enriquecer por las experiencias que he ido acumulando en Broadway, Las Vegas, Londres... No me gusta quedarme solo con lo mío y descartar otras inquietudes artísticas que están alejadas de mi realidad, pero que pueden ser bastante importantes en un proceso creativo.

¿Qué vida le vaticina a "Antología"?

Eso no depende solo de mí ni de La Pirámide de Arona, sino del público. Ellos son los que deciden, pero lo normal es que nos vayamos a una temporada de un año o un año y medio.