El espectáculo empezó con "Tambores de guerra", la canción con la que nace el álbum que da nombre a la gira que anoche colocó a Manuel Carrasco en el escenario de la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. Acompañado por seis músicos y una serie musical dominada por los títulos de "Bailar el viento", el público se rindió sin condiciones a la propuesta de un artista que rejuveneció un espacio que habitualmente es ocupado por un público algo más talludito. La naturalidad y el estatus que se ha sabido ganar el compositor y cantante onubense con títulos como "Aprieta", "Y ahora" o "Sabrás" terminaron por someter a una audiencia que fue testigo de un episodio acústico que centró todos los focos sobre Carrasco.

"Pequeña sonrisa sonora" o "Siendo uno mismo" también cayeron en las mochilas de unos espectadores que pidieron algo más de los diecisiete temas que conformaron el trayecto natural de un concierto que tuvo un añadido: media docena de temas se sumaron al repertorio después de que los espectadores aclamaran el regreso de Manuel Carrasco al centro de todas sus miradas. Al final, la fiesta se alargó durante algo más de dos horas y cuarto.

Carrasco hizo algún guiño a otras postales musicales de "Hablar" o "Confieso que he sentido" y se fue camino del camerino envuelto en los acordes de "Que nadie". El andaluz, que había agotado el aforo del Auditorio de Tenerife desde hace varios días, construyó durante su actuación una conexión directa con una clientela que coreó las estrofas de un creador de ilusiones que confirmó en su breve estancia en la Isla los motivos que lo han ubicado en uno de los lugares más destacados de la escena artística nacional. Su fórmula es sencilla: cercanía y un buen puñado de historias que él sabe llevar a su terreno.