La utopía de un mundo mejor está siempre presente en el pensamiento de los que rehabilitan patrimonio. Intentan devolver la esencia de lo que fue un edificio o un lugar pero pensando en el futuro y sin perder la magia y la esencia del pasado. En los últimos años el patrimonio se ha convertido en una oportunidad dentro del discurso de desarrollo de muchos lugares del mundo. Si ponemos en cuestión este concepto de oportunidad y lo convertimos en un proceso de trabajo para la utopía podremos ver si realmente es posible cambiar el mundo desde la rehabilitación del patrimonio histórico.

Empecemos por recordar que el patrimonio ha sido objeto de valoración diversa a lo largo de la historia, según la época y las diferentes sensibilidades culturales; el Renacimiento, la Revolución Francesa o el Romanticismo del siglo XIX evalúan de diferente modo los edificios del pasado. En el presente aquellos análisis especializados, abstraídos de cualquier circunstancia y contextualización en otro tiempo, han dejado paso a visiones más abiertas y transversales.

Hoy sostenemos que cualquier edificio histórico no debe abstraerse de su lugar, pues la arquitectura queda enraizada como un árbol; contemplando su territorio en más amplia perspectiva e incluyendo su presente contexto social para analizar y decidir sobre su futuro.

Me viene a la cabeza un ejemplo en nuestra isla, el Espacio Cultural El Tanque, durante tantos años observado como "problema" pero visto por algunos apasionados incombustibles (entre los que me cuento) como una oportunidad, por ejemplo, el equipo del festival Keroxen. Pero El Tanque ya está "pensado", nosotros -los incombustibles- hemos reflexionado sobre todas las posibilidades de ese bello espacio industrial con estética de catedral de Blade Runner y tenemos objetivos para su interior y exterior, para su entorno y su futuro como espacio cultural. Aún no hemos conseguido convencer a todos los que deciden sobre ese lugar para alcanzar nuestros objetivos utópicos pero posibles (y, a la vez, reales porque se han logrado en otros lugares del planeta), pero estamos en ello (total, si ya llevamos 19 años en el intento, no vamos a dejarlo ahora ¿verdad?).

Me gusta soñar que algún día pasará como con otro edificio industrial, la Alhondiga de Bilbao. Este moderno centro cultural, rehabilitado por Philippe Starck, abrió sus puertas el 18 de mayo de 2010. La ciudad recuperó así la antigua alhóndiga, uno de sus edificios más emblemáticos. La Alhóndiga de Bilbao, antes un almacén de vino, se convirtió en 2015 en el Azkuna Zentroa. Este es el homenaje que la ciudad hace al que fuera el arquitecto "emocional" del nuevo Bilbao. Significa reconocer la visión que el alcalde Azkuna tuvo con un edificio que estuvo en el olvido durante más de 30 años. La Alhóndiga también tuvo que esperar 3 décadas para ser considerada un espacio de oportunidad.

El mundo en que vivimos, nuestra circunstancia, no es algo que podamos elegir. No hemos decidido el momento histórico, ni la cultura o sociedad que nos ha tocado vivir, no hemos decidido el mundo o circunstancia en el que se desenvuelve nuestra vida. Como dice Ortega, la vida se encuentra siempre en circunstancias, pero Ortega está muy lejos de defender el determinismo, al contrario, es precisamente este hecho lo que hará posible la libertad: podemos actuar, podemos ver el patrimonio como oportunidad y no como problema. En esta isla hay muchos lugares pendientes de una nueva oportunidad, no solo El Tanque. También están las siluetas abandonadas y elegantes de las naves de Garachico, intactas sus formas ligadas a una nueva belleza descubierta, la hermosura atroz de las ruinas del pasado de nuestra historia portuaria. Esas milagrosas naves de hierro altas y elegantes, solitarias, indultadas por los pelos de ser demolidas, podrían estar llenas de vida y cultura otra vez.