Cuando eres testigo de un concierto como el que dio Manolo García en su esperado regreso a Tenerife cualquier detalle suma. Sus paseos entre el público -un par de vueltas enteras entre los espectadores y algún otro amago-, el control que ejerce sobre el espectáculo, la experiencia de saber rodearse de una banda magnífica, la complicidad que edifica a su alrededor... En cuanto comenzó a "Exprimir la vida", la cuarta o quinta canción de la noche, la certeza de "Todo es ahora" es algo más que el título de un disco que cobra una dimensión extraordinaria, es una auténtica declaración de intenciones.

Más allá de la energía que irradia un artista que ha sabido reinventarse con éxito, dosificando con maestría los tiempos de cocción de sus letras, Manolo García es la prueba de que las cosas no ocurren por casualidad. Su voz podía haber alcanzado un valor similar al de una pieza de museo -tras sus experiencias en Los Rápidos y, más tarde, en El Último de la Fila-, pero la agitación que destila su yo artístico envuelve todo lo que hace en un inconformismo que mantiene prendida una llama que debe continuar brillando muchos años. Su sonido es inconfundible, sus gestos ratifican un estado físico envidiable y su veteranía para decidir en el campo en el que quiere jugar su "Todo es ahora" es una marca en propia: Manolo "incansable" García.

@davilatoor