En su segunda visita a Tenerife participó junto al narrador venezolano Juan Carlos Méndez Guédez en el ciclo de la Fundación CajaCanarias "Escritores bajo el volcán", experiencia que el pasado viernes se repitió en Santa Cruz de La Palma. El novelista extremeño Javier Cercas (1962) analiza aspectos que tienen que ver con la creación literaria, con el instante político que se "respira" en el país, con su ocupación como columnista, con internet. "Las redes sociales son como un bar lleno de borrachos en el que todo el mundo da gritos y solo de vez en cuando, entre tanta locura, alguien dice algo más o menos acertado", critica sobre los peligros de la era tecnológica.

El otro día le pregunté a su compañero de tertulia que si al iniciar una historia existe algún paralelismo con el enunciado del ciclo que lo había traído a Tenerife y La Palma, ¿su primera idea al abordar un libro es comparable con la fuerza de un volcán?

En mi caso no es una explosión, es una pregunta. Todos mis textos casi siempre parten de una interrogante. Es como una especie de grumo de algo que no entiendo... Una pregunta que me formula la realidad o que yo me hago de forma permanente, casi obsesiva. Puede ser que un día me levante con ella y no consiga quitármela de encima, o incluso que lleve años dándole vueltas. Ahora mismo, por ejemplo, estoy lidiando con la pregunta más antigua que yo me he hecho... Un escritor solo puede estar atado a sus propias obsesiones.

¿Dejar sin respuestas a un lector no es demasiado arriesgado?

Acabo de publicar un libro que se titula "El punto ciego", en el que reescribo unas conferencias que pronuncié en Oxford, en el que lo explico muy bien... Las novelas que yo escribo y las que a mí me importan funcionan de una manera similar, es decir, al principio hay una pregunta, toda la novela se convierte en un intento por contestar a esa pregunta y al final de esta cuál es la respuesta: la respuesta es que no hay respuesta. En una novela no existen respuestas claras, nítidas o taxativas como las que ofrece el periodismo, la judicatura o la historia.

¿Un escritor, según este posicionamiento, no está obligado a calmar esas dudas?

En la literatura las respuestas son ambiguas, contradictorias, poliédricas, tornasoladas. El lector es el que tiene esas respuestas. Así funciona este mundo desde la aparición de "El Quijote", que sin duda es la primera gran novela moderna y una enorme fuente inspiratoria para la buena literatura. Ahí están desde las grandes historias a las más humildes como las mías; todas parten siempre de una pregunta.

La novela cervantina, precisamente, se caracteriza por tener una amplitud de formas expresivas y géneros que se entremezclan sin levantar muros. Ese es un elemento definitorio de su escritura, ¿no?

Una de las cosas que caracterizan mis libros, que es algo que llama la atención tanto a los lectores como a los críticos, es que hago una literatura en la que participan muchos géneros. Hay biografía, ensayo, historia, periodismo... Eso es lo que yo defino como banquetes con muchos platos. Yo entiendo la escritura como un enorme receptáculo donde cabe todo; una especie de cocido al que puedes añadir todos los ingredientes que te apetezca. Una de las principales virtudes de la novela es que lo puede asimilar todo, que es infinitamente versátil. Esa es una de las cosas por las cuales, contrariamente a lo que muchos creen, este género nunca va a morir.

¿Ese es un riesgo real?

Tal vez pueda morir un tipo de novela o un modelo, pero nunca la novela como género literario. Eso no va a pasar, aunque por desgracia los novelistas no somos fieles a la lección de libertad total que dio Cervantes... Lo que él dijo fue hagan ustedes lo que les salga de sus narices, pero no lo hacemos.

¿Existe alguna explicación para no seguir ese consejo?

Nos hemos conformado con un modelo, que está muy bien, pero que es el modelo de novela del XIX. La gente continúa escribiendo en 2016 reproduciendo ese esquema. Insisto, ese es un modelo que no está mal, pero no es el único y, sobre todo, no tenemos la obligación de seguirlo.

¿El problema es que no se han sabido renovar sus estructuras?

La novedad está en la tradición. ¡Siempre! El futuro siempre está en el pasado, en un pasado apartado, marginado u olvidado, pero está... En el siglo XIX se impuso el modelo decimonónico, que es lo que hoy en día conocemos como novela, pero mucho antes se dio un modelo muy distinto: más libre y en el que cabían más cosas. Mi propuesta literaria es mezclar esos dos modelos para crear una novela nueva. Yo, por ejemplo, he llegado a prescindir en dos ocasiones de la ficción. Muchos se van a cuestionar en estos momentos cómo es posible hacer novela sin ficción. Eso es algo que hice en "Anatomía de un instante" y en "El impostor" y que, creo, repetiré por tercera vez. ¿Por qué lo hago? Porque entiendo que no era algo necesario en esas historias.

¿Entiende el debate que se ha creado en torno al uso o no de la ficción en la creación literaria?

Eso es algo cíclico de lo que se está hablando de nuevo... Ese es un debate totalmente absurdo que solo depende del tema que quieras abordar en un libro. "En anatomía de un instante", por ejemplo, prescindí de ella porque era una novela en la que hablaba del 23-F. Después de tres años trabajando el tema me di cuenta de que todo era una gran ficción colectiva y, por lo tanto, no requería de más ficción.

Pero en "Anatomía de un instante" y en "El impostor" existe una mirada periodística.

Eso es lo que dicen los periodistas, pero cuando hablo con ensayistas lo clasifican como un ensayo y si me cruzo con un historiador ya es un texto histórico. Al final esa es la virtualidad que tiene la novela: comérselo todo. Insisto, los escritores no sabemos rentabilizar sus reglas porque siempre se recurre al esquema de fulatino que se enamora de manganita y medio ocurre algo más o menos extraño...

¿Tiene identificada la frontera que separa al escritor del columnista?

Yo me tomo con la misma seriedad una columna de opinión que escribir un libro. Siempre procuro que ambas estén bien escritas y, por lo tanto, no establezco ninguna diferencia. El novelista tiene totalmente prohibidas las verdades claras, mientras que el columnista más tarde que temprano tiene que acabar tomando partido, es decir, esto sí o esto no: el brexit, sí o no, o la intendencia catalana, sí o no... La convivencia en la misma persona de un columnista y un escritor es bastante peligrosa. Lo es porque son seres opuestos.

¿Es difícil controlar cómo dosificar esas dos facetas?

En mis columnas hablo poco de política. Bueno, hablo de política, pero no estoy todo el día mortificando al lector con el PP, el PSOE o el proceso de independencia en Cataluña. De lo último sí suelo escribir uno poquito más, pero no tanto... Lo que pasa es que todo lo que digo tiene una repercusión enorme y eso me convierte en el tipo que ha dicho tal o cual cosa. Kundera lleva razón al advertir del peligro de que acabes siendo más conocido por tus opiniones políticas que por tus libros, cuando en realidad lo más importante que tienes que decir debe estar en un libro.

Usted sí toma partido cuando pone su firma en una columna.

Eso es inevitable, necesario y mi obligación como ciudadano... Yo no me considero ni más ni menos que nadie. Soy un señor que paga sus impuestos, por cierto, todos los impuestos. Todos. Un ciudadano que tiene una familia y un derecho a expresarse con toda la humildad del mundo en un medio que han puesto a mi alcance, en este caso la columna de un periódico. A veces expreso mis dudas y otras mis convicciones, es decir, si creo que el brexit es una catástrofe lo escribo, y si no veo claro que Cataluña se marche de España también lo digo. A mí me encanta contar que un día me encontré a Ringo Starr en Londres y de otras marajadas porque la sensación de libertad al encontrar un espacio en blanco es magnífica, pero, a veces, también escribo de algunos asuntos más o menos serios.

¿El Javier Cercas novelista está "amenazado" por el Javier Cercas columnista?

Lo de que el columnista acabe matando al novelista es una posibilidad alta, pero yo no me considero columnista: soy un escritor que escribe una columna cada dos semanas. Siendo honesto no me puedo resistir a comentar que si eres una persona un poco conocida, las columnas ahorran tiempo porque basta coger una opinión de un señor que se llama Cercas y la manipulas a tu antojo a través de internet.

¿Y por internet?

Internet es una cosa maravillosa, pero Umberto Eco creía que había dado voz a una gran cantidad de merluzos en todo el mundo... Es un basurero, pero también las cosas buenas tienen su parte negativa.

¿Se siente expuesto a la crítica?

Expuesto no... Mi hijo me recomienda que no haga caso de lo que dicen de mí. Las redes sociales son como un bar lleno de borrachos en el que todo el mundo da gritos y solo de vez en cuando, en medio de esa locura, alguien dice algo más o menos acertado.

Javier Cercas, autor de novelas de éxito como "Soldados de Salamina" o "Las leyes de la frontera", es un defensor del papel como soporte periodístico y literario. "Todo lo nuevo genera escenarios tan dantescos como el que vemos a diario en las redes sociales... Este país necesita periodistas serios, información fiable frente a la mentira y el ocultismo. No podemos confiar en las personas que utilizan la red como propaganda para sus descerebramientos o participan en la elaboración de meros panfletos insustanciales", recomienda un escritor que "cree totalmente injustificado todo ese pesimismo que se ha adueñado de un oficio que debe funcionar en base de la verdad, no con medias verdades", argumenta.

Filólogo y columnista del diario El País, el autor de "El vientre de la ballena" emite un breve juicio sobre lo sucedido el pasado 26J. "Hay que ser muy tonto para no ver que hubo partidos que forzaron las últimas elecciones. El punto de partida fue que estos creían que iban a conseguir cosas que otros sí lograron y ellos no. Esa es la parte muy criticable del asunto porque algunas personas se empeñaron en volver a votar, y vamos a ver si no quieren una tercera cita con las urnas... ¡No creo, porque ahora ya no pueden impedir que se forme un gobierno! La democracia en España nunca jugó con cuatro partidos y una parte de lo que pasó era inevitable y la otra deliberada. El resultado de toda esta soberbia benefició al PP".

Cercas, que admite el giro de 180 grados que dio su vida tras la premiada "Soldados de Salamina", considera que hay un equívoco sobre sus raíces como novelista. "Yo nunca fui un profesor que de vez en cuando escribía novelas, yo siempre fui un novelista que se ganaba la vida en la universidad... Son dos cosas muy distintas, pero dicho esto es verdad que ese libro me permitió profesionalizarme. Algo con lo que nunca soñé. Hasta los 40 años no imaginé que me podía ocurrir algo parecido, pero doy gracias a que no me pilló con 25. Igual no hubiera sobrevivido", añadiendo que "hay gente que a los 25 o 30 años no han sobrevivido a cosas infinitamente mucho más pequeñas que esas. Yo superé ese éxito con mucha dignidad".