Los cultivadores de lo figurativo habían colonizado el Círculo de Bellas Artes y en aquella tesitura, los adalides de los nuevos lenguajes plásticos se vieron en la necesidad de buscar otros espacios.

Acaso pueda resultar paradójico, pero fue el Museo Municipal de Bellas Artes, ese edificio neoclásico y en apariencia concebido para albergar las excelencias del arte académico, el lugar donde Miguel Tarquis -director desde 1964, promotor de su ampliación y activista cultural-, junto con Antonio Vizcaya Carpenter- secretario, cronista oficial de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife desde 1962 y fundador del grupo Nuestro Arte- quienes en la década de los años sesenta y setenta del pasado siglo convirtieron ese espacio en catalizador de la modernidad y en parada obligada de la actualidad cultural tinerfeña a la que acudían artistas, poetas, críticos, historiadores del arte, ensayistas...

La exposición "Comida canaria: Subsistir de los 60 a los 70", que se inauguró ayer y permanecerá abierta hasta el 5 de noviembre, toma este nombre de uno de los actos organizados por el grupo Nuestro Arte en el Museo, cita donde alrededor de una mesa y con un menú canario, escritores, artistas e intelectuales pusieron de manifiesto su adhesión a los nuevos lenguajes plásticos.

Durante el acto de presentación, el concejal de Cultura, José Carlos Acha, subrayó que la exposición está integrada "en su mayoría por fondos propios de la pinacoteca, con una pequeña colaboración por parte del TEA, que presta dos de ellas".

A juicio de Acha, la hondura de la muestra también descansa en su contexto socioeconómico, que supone analizar con perspectiva lo que representó para una ciudad de provincias como Santa Cruz "alimentarse con los aires de cambio que comenzaba a importar el turismo, nuevas ideas, modas, pensamiento, las corrientes artísticas...".

En palabras de Gilberto González, comisario de la muestra, "el Museo iba a desempeñar el papel de contenedor, la función de dejar hacer". Así, el discurso expositivo muestra desde obras pictóricas a piezas escultóricas, los nuevos lenguajes interpretados por miembros del grupo Nuestro Arte o no, acompañadas de "catálogos que parecen elaborados ayer, tal es su modernidad", explica,

Lo cierto es que en los años 60 se produce una confluencia generacional que no había sido posible anteriormente y convergen Domingo Pérez Minik y Eduardo Westerdhal, junto a Pedro González, María Belén Morales, José Luis Fajardo y los que llegaban "al Paso" como Chillida, Millares y Chirino.

La crónica de la ciudad es el relato descarnado de "Los puercos de Circe", de Luis Alemany, y una sueca, Tanja Tanvelius, pinta la plaza del Príncipe a estilo naïf.

Hay, además, una breve noción a la renovación de los lenguajes arquitectónicos en la figura del arquitecto Luis Cabrera.

Y como también sucedía entonces, el ser humano hereda comportamientos, el ágape acompañó el cierre: vinos y quesos.