Sostiene que uno de los aspectos que ha aprendido durante el ejercicio de este oficio es que "una cosa es la intención del autor y otra bien distinta la lectura que hacen los lectores", clarifica Julia Navarro (1953) horas antes de participar en un acto promocional de su último libro ("Historia de un canalla") en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Santa Cruz de Tenerife. "Esta novela no existiría sin mis 40 años dedicados al periodismo", desvela la autora madrileña sobre una trama protagonizada por un publicista y asesor de imagen sin escrúpulos que usa todos los recursos que tiene a su disposición para triunfar en un mundo salvaje.

¿Thomas Spencer parece estar en las Antípodas de otros personajes suyos como Marco Valoni, Marian Miller o Guillerno Abi...?

"Historia de un canalla" es un viaje muy literario a la parte más oscura del ser humano. No es una novela en la que los lectores consiguen empatizar fácilmente con los personajes. Mi propósito es provocar una sacudida al lector a partir de tres reflexiones: analizar la parte oscura de las personas, dar mi versión de cómo se manejan los hilos del poder y transmitir los cambios que se han dado en esta sociedad con la llegada de las nuevas herramientas de comunicación.

Corríjame si no es así, pero da la sensación de que "Historia de un canalla" es una novela con unos cimientos que encajan muy bien con el modelo norteamericano.

Sí que transmite esa apariencia, pero eso es algo que no busqué de forma intencionada. Esa apreciación es cierta, aunque debo decir que no es tan fácil para los autores españoles tener éxito en los Estados Unidos. Ellos tienen una manera especial de contar las historias y una extraña mirada sobre lo que les ocurre a personas de diferente estrato social... Perseguir esas situaciones crueles e incómodas y procurar que el lector no se sienta cómodo son elementos muy reconocibles en esta trama.

Inevitablemente siempre "encadenada" al periodismo, ¿no?

Esta novela no existiría sin mis 40 años dedicados al periodismo, es decir, que me hubiera sido imposible escribir una historia de esta dimensión sin haber vivido esas experiencias y, sobre todo, esas cosas que los periodistas sabemos pero que no siempre contamos... Ahí están todas las vivencias que se quedan detrás del escenario. El conocimiento de saber de la existencia de esos hilos que nadie ve, pero que muchos llegan a intuir tiene un peso relevante en "Historia de un canalla".

¿Le gusta manipular a sus personajes en ese gran teatro que es la vida?

No soy yo quien los manipula. Los espectadores, los lectores y los ciudadanos ven sobre el escenario a unos personajes del mundo de la política y la economía que dicen, hacen y se mueven de determinada manera, pero los periodistas sabemos lo que hay detrás de esa gente. En este libro, por ejemplo, cuento cómo se hace una campaña electoral, cómo se puede inventar a un candidato de la nada, cómo se manipula a la opinión pública... Hay una diferencia entre manipular a los personajes y contar a los lectores cómo otros los están manipulando a ellos.

He leído en varias ocasiones que su desembarco literario fue casual; ¿nada de lo que le ha ocurrido lo llegó a imaginar entonces?

Completamente casual... Dicen que todos los periodistas llevamos al menos un libro dentro. Lo que pasa es que ese gusanillo yo lo tenía cubierto con la publicación de unos libros de política o periodismo, es decir, que no tenía ninguna cuenta pendiente. Lo único que no tenía era tiempo y la excusa para iniciar una aventura literaria. Un verano encontré un artículo (El Mundo) que encendió esa chispa. Probablemente si no hubiera tenido aquel momento para mí y ese periódico no cae en mis manos no habría aparecido nunca "La hermandad de la Sábana Santa" (2004).

¿Se fue del periodismo agotada?

No. Agotada no... Hay un periodo de mi vida en la que compagino el periodismo con la literatura, pero con la tercera novela ("La sangre de los inocentes") tuve que tomar una decisión. Yo no quería dejarlo, pero escribir es un trabajo. Muchos frivolizan con este oficio, pero crear una novela exige mucha disciplina y conocer de cerca la auténtica dimensión que tiene la soledad. Si no hubiera tenido tanto éxito literario no habría dejado el periodismo. Con 30 años mi decisión habría sido otra, a los 40 me habría quedado y solo cuando tuve la certeza de que ya lo había vivido todo como periodista decidí abrir otra etapa en mi vida.

¿Está convencida de que tomó la mejor decisión?

Cuando vi que no era la dueña de mi tiempo entregué buena parte de mi vida a la literatura. Las cosas que te apasionan no se pueden hacer a medias. O las haces bien, o no las haces y, sinceramente, percibí que empezaba a vivir una situación esquizofrénica.

¿La inspiración no aparece con la facilidad con la que se aprieta un interruptor?

No... Esto no funciona así. Aquí no te sientas un rato delante de un ordenador a ver si estás inspirada y escribes diez líneas. Lo habitual es estar delante de él ocho horas a ver si consigues hacer diez renglones buenos...

¿Le hubiera gustado vivir en una redacción este ciclo político tan convulso que vive España?

Todos los momentos hay que contarlos con la misma emoción y supongo que el actual lo habría contado con la energía con la que escribí y hablé de la transición. Los periodistas vamos narrando la historia por capítulos, pero debo confesar que los nuevos actores de la política española tampoco me causan un gran entusiasmo.

Entienda el matiz de la pregunta, pero no deja de ser una cuestión de simple curiosidad. ¿Era necesario crear un canalla de ficción en medio de una escenografía real en la que abundan los personajes con ese perfil?

Canallas nos encontramos todos los días en las portadas de los periódicos (ríe)... Estamos en medio de ellos. A veces pienso que el canalla que sale en este libro es un simple aprendiz al lado de algunos que nos rodean. Yo entiendo que la literatura es un espacio en el que tienen que convivir el entretenimiento y la reflexión. Todos tenemos identificados lo que no hemos hecho bien en nuestras vidas y a partir de uno de esos episodios oscuros he tratado de generar una agitación a los lectores en torno a un personaje conflictivo.