Hace cuatro años perpetró "El asesinato de Pitágoras" y le salió bien. Aquella novela quedó cuarta en la edición del Planeta que conquistó el madrileño Lorenzo Silva ("La marca del meridiano"), pero sin quererlo alcanzó unas cuotas de popularidad insospechadas. Lo que empezó siendo un empeño en favor de su hija Lucía se transformó en una realidad literaria que se confirmó con "El asesinato de Sócrates", el título de la trama que el pasado sábado hizo finalista del Planeta 2016 a Marcos Chicot. Psicólogo clínico, el autor de "La hermandad" admite la importancia que tienen los escaparates virtuales en el sector del libro. "Cuando tienes éxito en el mercado digital las editoriales empiezan a mirarte con otros ojos", asegura.

¿Ser psicólogo es una ventaja a la hora de estudiar el vuelo que le quiere dar a los personajes de sus novelas?

Para mí sí... Porque eso es algo en lo que me apoyo habitualmente para dar consistencia y coherencia a los personajes a lo largo de la novela. Trazar esos perfiles psicológicos me permite ver cómo evolucionan y actúan ante determinadas situaciones. Soy un autor que le da mucha importancia al interior de los personajes; siempre intento escribir desde esa posición para que el lector se sienta dentro de ellos. Si mis personajes se emocionan o sufren, yo quiero que el lector se emocione y sufra.

¿"El asesinato de Pitágoras" es el origen de todas las cosas buenas que literariamente ha encadenado desde 2012?

No... Empieza mucho antes. En realidad, el origen está en mis primeras lecturas infantiles y en el instante en el que me lanzo a escribir mi primera novela. Al principio lo llamé una especie de hobby profesional que compartía mientras trabajaba como economista y psicólogo clínico. Poco a poco, la escritura se fue apoderando de mi tiempo libre y llegó un premio por aquí y otro por allí. Nada importante si lo comparamos con esto. Ahí fue cuando empecé a manejar la posibilidad de escribir una novela más potente, pero para eso se necesita dedicación. Sabía que una aventura tan grande no la podía acometer a tiempo parcial. Mientras hacía cosas más pequeñas empecé a darle vueltas y más vueltas a lo que de verdad me gustaría escribir... En el año 2009 llega mi hija Lucía, nace con Síndrome de Down, y es ahí cuando decido replantearme toda mi vida.

¿Lucía lo "empujó" al mundo de la literatura?

Su nacimiento nos hizo muy felices, pero al mismo tiempo fue un motivo de peso para hacerme una pregunta: ¿Qué puedo hacer para garantizar su futuro? Fue una locura que no me atrevería a recomendar a nadie porque acabó siendo un acto temerario; una alucinación que tenía que ver con la novela que llevaba tantos años metida en mi cabeza. Lo dejé todo para intentar ser escritor. Sabía que no iba a ser fácil, pero si fracasaba siempre podría dar marcha atrás y volver al mundo de la economía y la psicología. ¡Funcionó!

¿Estaba seguro de sus posibilidades literarias?

Seguro no, pero si no lo intentaba me hubiera quedado con las ganas... Además, por aquel entonces tenía algo de dinero al que buscaba cierta rentabilidad a través del mundo de las inversiones. Lo que pasa es que cuando nació mi hija cada euro que había en el bolsillo tenía su cara y entonces fue cuando dije: ¡No arriesgo ni un céntimo más! Lo metí todo a un depósito a un 1% de plazo fijo, pero con la certeza de que dentro de un año tendría un 1% más. En ese instante cambié los riesgos financieros por los literarios. Ese era el dinero del futuro de mi hija y sentía que no tenía derecho a jugar con él.

¿Y ahí fue cuando se dejó atrapar por Pitágoras?

La intención era escribirla en dos años, pero al final fueron tres... Quería crear un thrillerque enganchara y no soltara al lector desde la primera página al final, pero también se me ocurrió meter cosas tan aversivas como filosofía, matemáticas, Pitágoras... La apuesta era arriesgada, pero si lo conseguía tendría un thriller con un valor añadido. Necesito que la gente sienta, yo no sé escribir de espaldas a los sentimientos. Eso está muy bien, pero encima contaba con la presión añadida de tener que escribir un "bestseller" y ganar mucho dinero para garantizar las mejores condiciones de vida para Lucía o esto no tenía sentido intentarlo. Escribir para sustituir un sueldo es quimérico, pero algo realizable. Al acabar "El asesinato de Pitágoras" tenía todo ese mundo en la cabeza, pero no sabía que hacer con él... Al final lo mandé al Premio Planeta.

Entonces no escondió su identidad tras un seudónimo.

Cuando se pusieron en contacto conmigo para comunicarme que estaba entre las 10 obras elegidas me quedé en estado de schock, y cuando acabé cuarto la ilusión se desbordó porque habitualmente las cinco primeras novelas siempre se publicaban. Con la crisis en plena efervescencia no fue posible publicar, pero de esa noche me llevé una fotografía junto a José Manuel Lara que aún la tengo en mi despacho y que me sirve de inspiración. Aparentemente no había logrado nada, pero el mercado digital era una posibilidad a explorar.

El mercado digital se convirtió en una válvula de escape, ¿no?

Sabía que si funciona en ese formato las grandes editoriales iban a volver su mirada hacia mí, pero no me esperaba nada de lo sucedido. "El asesinato de Pitágoras" estuvo once meses liderando la lista de ventas. Es el Ebook en español más vendido en todo el mundo y ahí es cuando percibes que las editoriales de prestigio sí que están bastante pendientes de lo que ocurre en internet. Empezaron a llegar llamadas de Corea, Grecia, Polonia... En el papel están el 90 o 95 por ciento de los lectores y mi objetivo siempre fue estar en él.

¿Ha valido la pena pasar por todo este proceso para obtener este reconocimiento literario?

No me gusta tirar de la teoría del fin justifica los medios para vender un éxito, pero no me importa confesar que cuando la crisis ya estaba en su punto de ebullición pensé. ¡Ostras, como esto no funcione madre mía en qué lío me he metido! La vuelta iba a ser dura, pero dejaron que me quedara...

¿Para Marcos Chicot el entretenimiento está por delante de los géneros literarios?

A mí me gustan los buenos libros. Ya me pasó con "El asesinato de Pitágoras". Unos libreros la colocaban en la sección de thriller y otros en la de historia. Volverá a ocurrir con "El asesinato de Sócrates", pero las etiquetas me aburren; no creo necesario tener que encasillar el entretenimiento.