Atiende esta petición de entrevista horas antes de ofrecer un concierto en Andorra, minutos después de realizar una visita a su madre. "Llevaba varias semanas sin verla", dice Carmen París (1966) sin apartar su mirada de un aventura internacional que aún genera un hormigueo en el alma de la compositora y cantante tarraconense: "Estoy encantada de la vida. Por fin, después de 31 años de profesión, he podido llevar a cabo mi primera gira internacional. ¡Nunca había ofrecido tantos conciertos por el mundo!", puntualiza sobre un tour que la llevó por distintos escenarios de Alemania, Argentina, Bulgaria, Estonia, Francia, India, Marruecos, Rumania, Túnez, Uruguay...

¿Cuáles son sus sensaciones tras completar este ciclo empapado de músicas del mundo?

Algo desconcertada sí que estoy. ¡Para qué le voy a engañar! De no cantar ni en Andorra he pasado a hacerlo en cuatro continentes... Estoy encantada con el cambio que le he dado a mi vida.

¿Por qué se retrasó tanto una experiencia de este calado?

No lo sé, pero ya estaba echando cuentas a lo Compay Segundo, que le llegó el éxito a los 80. Bueno. Yo que podido hacer realidad mi primera gira internacional antes de cumplir los 80 (sonríe).

Cuando analiza su "equipaje" artístico con qué sensaciones se queda, ¿ha valido la pena todo lo vivido?

Sé que el camino que elegí no es el más fácil, pero volvería a firmar cada uno de los capítulos que he vivido... Hay una frase de mi madre que resume mi existencia. ¡Lo que vale cuesta, hija mía!

¿En algún momento se planteó cambiar de registro?

Siempre he tenido claro el epicentro desde el que quería impulsar mi música. Yo he seguido esta línea porque es en la que creo y, sobre todo, porque tengo la certeza de que la industria musical le ha hecho daño a la música. Entre todos están empeñados en acabar con las raíces de la música; hoy en día existe una clara apuesta por géneros comerciales que solamente buscan vender la pescadilla y la calidad te la debo... Me he cansado de reivindicar la riqueza cultural de España porque no hay muchos países en el mundo que puedan presumir de tanta variedad.

Carmen París le da muchísima importancia a esas raíces, ¿no?

Forman parte de mi esqueleto artístico; son una inspiración a la hora de rebuscar en la cultura popular. O las agarro de lleno y me las llevo a mi terreno, o sobre esa tradición diseño unos arreglos que me lleven a un territorio renovado.

¿Cómo planifica cuándo quiere entrar en la jota, en el flamenco o en el jazz?

Esto es como la vida: a veces hay que dejarse llevar... Yo no soy flamenco, pero amo y le tengo respeto a un género que no estoy dispuesta a profanar. Quizás, por esa razón me quieren los que de verdad aman el flamenco. La música cubana, por ejemplo, me llegó a Zaragoza antes de viajar por primera vez a Cuba. Todo esto es un proceso vital que hay que asimilar con naturalidad... Sin moverme de mi ciudad ya había degustado muchas influencias que acabaron formando parte de mi ADN musical: supongo que algo tuvo que ver el hecho de haberme criado en una base militar estadounidense en la que el fanky sonaba a discreción.

Ese choque cultural se sabe valorar en espacios tricontinentales como Canarias en la que usted tiene una buena clientela. ¿No juega en casa, pero casi?

Canarias es un lugar de paso para gente de muchas culturas y cada vez que actúo en las Islas siento que mi música tiene unas conexiones muy sólidas que atan a ese archipiélago con muchas partes del mundo...

¿Qué tiene preparado para el concierto que dará este viernes en el teatro Guimerá?

Trataré de hacer un poquito de todo... Un recorrido por mis cuatro discos y alguna que otra versión. Hace tiempo que no voy y, sinceramente, necesitaba darme este capricho.

¿A pesar de la posición desde la que impulsa su discurso creativo, a usted no le ha ido nada mal a la hora de vender discos?

Con mis primeros discos demostré a Warner que puedes gustar a la gente si le ofreces calidad, algo diferente y rentable... Cincuenta mil copias vendidas en dos años no es una mala cifra, ¿no? A las discográficas hay que decirles que a las masas no solamente se llega con música ramplona.

¿Qué le ha faltado para que su carrera entrara en una dimensión superior?

Yo estoy contenta con mis altibajos... Esto no ha sido un camino de rosas, pero no me puedo quejar. Después de mi periodo en Warner hubo muchos premios y reconocimientos, pero no hace falta que le recuerde que el prestigio no da de comer. Yo me acerque a la música por vocación; otros eligieron otra circunstancia que se asocia con hacerse rico, obtener unas cuotas de popularidad muy altas o por una moda. Eso es algo que sabe hacer muy bien la industria: promocionan a un cantante, lo exprimen como una naranja y cuando no queda jugo buscan otra alternativa...

¿Lo que nadie puede negar es que Carmen París es de las que no se callan?

Sí... Siempre se me desató la lengua con mucha facilidad, pero algo de verdad sí que decía porque no tuve la sensación nunca de estar vetada... Sigo siendo crítica, pero a mi edad he aprendido a morderme la lengua. ¡Que vengan otros y hablen de lo que yo he hablado!