Llevan más de tres décadas y media "encadenados" a los escenarios, experimentando vivencias como las que el próximo viernes enseñarán al público que acuda al teatro Guimerá de la capital tinerfeña. "Nos vamos haciendo mayores y empezamos a creer que las ideas artísticas que se nos ocurren ya no tienen vigencia, pero al final te das cuenta de que con un par de micrófonos, la misma puesta en escena y Faemino y Cansado contando unas historias vuelves a hacer reír a la gente", explica el madrileño Javier Cansado (1957) sobre la receta que mostrarán en su reencuentro con la audiencia tinerfeña.

¿Faemino y Cansado han demostrado que se puede "vivir" lejos de la televisión?

Hace unos años la única salida que teníamos los actores para sobrevivir era la televisión o el día a día en los teatros y otros espacios culturales, pero hoy ese paradigma lo ha cambiado internet. Ahí las cosas no son blancas o negras, sino que existen muchas tonalidades intermedias. El karma de la tele ya no nos interesa tanto porque ese es un mundo muy frío y nos agrada mucho más el contacto con el público. Faemino y Cansado salió de la televisión hace 15 años, más o menos, y seguimos vivos.

¿Pero ese legado televisivo ha sido vital para llegar hasta aquí?

Eso se lo debemos a internet... Nosotros no hemos hecho nada. Sí. Hay unas generaciones que no vivieron el fenómeno televisivo Faemino y Cansado que ha podido recuperar esos años a través de la red. ¡En internet hay cosas rarísimas! (sonríe). Los teatros se han trufado de jóvenes que aceptaron nuestra propuesta artística por ese run run tecnológico. ¡A ver si podemos seguir engañándolo unos años más al público!

¿Su ventaja, quizás, ha sido que una discusión entre dos es mucho más fácil de solucionar que una "guerra" entre tres o cuatro?

Las luchas de egos entre artistas son sanguinarias. Pasa mucho en el seno de las bandas musicales, pero Carlos y yo no hemos discutido tanto... Cuando decidimos meternos en esto el formato que mejor funcionaba era la pareja: Tip y Coll, Las Virtudes, Martes y Trece, Los Morancos. Eso sí, había de todo, pero lo que más gustaban eran los dúos. De aquella época solo quedamos Los Morancos, que son hermanos, y Faemino y Cansado, que somos amigos del barrio de toda la vida, es decir, que la amistad es algo que siempre estuvo antes que la profesión.

¿Cómo valora la evolución que se ha dado en los últimos años en torno al mundo del clown?

El humor visual ha ido perdiendo peso frente a la llegada de una propuestas de raíces anglosajonas en la que la palabra ocupa una posición de privilegio. Los únicos que han sobrevivido a este periodo de cambio son Tricicle. Igualmente se ha producido un cambio en torno al mundo de los "sketch", que hoy en día se ven cada vez menos, para buscar una mayor teatralización del monólogo. Esto funciona por modas. Hace unos años todos los canales de televisión tenían en sus parrillas propuestas de humor que han sido sustituidas por otros productos menos divertidos.

Hablando de monólogos. ¿Usted no cree que todo esto se nos está escapando de las manos; vamos que existe cierta saturación en la escena nacional?

Ese aluvión existe y cuando algo funciona es muy fácil encontrar imitadores... Yo suelo contar una anécdota que tiene que ver con la primera licencia fiscal que sacamos Carlos y yo para trabajar en esto. No recuerdo bien el número, pero en ella se deja claro que somos caricatos, charlistas y excéntricos. Cuando nos la concedieron, hace más de 25 años, en España había unas cien personas que formaban parte de ese epígrafe. ¿Sabe cuántas hay a día hoy? Más de cuatro mil... En el humor, como en el resto de las artes, sobreviven los que ofrecen algo diferente. Al principio, cuando escuchabas aquellos primeros monólogos, enseguida te dabas cuenta de que era algo que no nos pertenecía... Afortunadamente, eso ya no es así y el nivel ha subido muchísimo. No es fácil encontrar un sentido del humor tan bueno y variado como el que existe en España.

¿Teme que algunos políticos, a tenor de los monólogos que se han escuchado en las últimas fechas en el Congreso de los Diputados, les quieran hacer competencia?

Ja, ja, ja... Esa es una competencia desleal que no estamos dispuestos a aceptar (sonríe). Lo que pasa es que más que hacernos reír, lo que están provocando con ese tipo de comportamientos es que una buena parte de la ciudadanía nos riamos de ellos, pero ahí no quiero entrar. Faemino y Cansado jamás jugó a eso. La política no es una materia que nosotros podamos aprovechar para hacer reír a nadie. La política nos agrade, nos genera muy mal rollo y nos pone los pelos de punta.

¿Desde el escenario se percibe que el público tiene ganas de disfrutar o evadirse de la realidad?

Aunque suene mal y alguno no lo pueda entender, en las épocas duras el humorista siempre es el campeón... Sabemos que somos una especie de revulsivo o bálsamo para descerebrarnos y combatir tantas penurias. Sinceramente, yo prefería que el país fuera un poco mejor y no recurrir a un chiste o un monólogo como válvula de escape de una sociedad triste. El humor, aunque sea ácido y corrosivo, siempre es mucho más terapéutico que tener que pagar una factura.

¿Además, da la sensación de que en los últimos tiempos el consumo cultural está creciendo?

Ahí se están mezclando varias cosas. En general, en España hay una avidez de conocimiento, y en esa amplitud de miras tenemos que incluir el mundo de la cultura, que no ha parado desde que vivimos en democracia. Las crisis económicas vienen y van. Son ciclos que dejan bastantes cadáveres en las cunetas pero lo que no podemos obviar es que este país "respira" culturalmente distinto después de la muerte de Franco. Siempre hay gentuza que no recoge las cacas de los perros de las aceras, pero la gran mayoría de los ciudadanos han aprovechado esta transformación social para disfrutar de los placeres culturales. En Madrid, por ejemplo, hemos disfrutado de una exposición de El Bosco donde se montaban unas largas colas. Yo no puedo negar que hay espectáculos que económicamente no están al alcance de la gran mayoría de la población, pero internet ha democratizado la cultura. España es un país cojonudo y es cierto que entre nosotros no nos queremos demasiado y siempre estamos poniéndonos zancadillas unos a otros, pero no conviene olvidar que somos una potencia en astrofísica, los segundos que más geoparques tenemos en el mundo, unas cifras punteras de trasplantes, donamos hasta lo que no tenemos cuando nos golpea una catástrofe. No somos tan mal país. ¿no?