Admite que hace tiempo que esta no es su guerra, pero se resiste a dejar de lado una profesión que ha ejercido durante más de cuatro décadas. Un oficio del que ayer habló en La Laguna con motivo de su participación en el II Congreso de Historia del Periodismo Canario impulsado por la Facultad de Ciencias de la Información de la ULL. "Creo en el periodismo de emociones y en el valor que tiene una buena firma", asegura el burgalés Fernando González Urbaneja (1950) en el arranque de una conversación en la que se abordan asuntos que incluyó en la conferencia ("Sin democracia decae el periodismo, sin periodismo, se agota la democracia") en la que arrojó algo de luz sobre un sector que, según él, necesita tomar medidas urgentes.

¿Es difícil convencer a un grupo de jóvenes de que el oficio de periodista sigue valiendo la pena?

Yo llevo más de cuarenta años ejerciendo el periodismo y sigo creyendo en él, aunque es verdad que hay un condicionante que está asociado a los cambios que se han producido en los medios de comunicación. Yo, por ejemplo, empecé con una máquina de escribir mecánica, de esas que había que darle fuerte con el dedo y no se podía corregir, y ahora trabajo con un moderno procesador de textos. Hace 41 años cualquier duda me llevaba directo a la Enciclopédica Británica. Hoy no. Continúa en un rincón de casa, pero cada vez la consulto menos.

Usted ubica al periodismo de hoy en la mitad de un túnel en la que lo "viejo no acaba de morir y lo nuevo no se impone". ¿Podría explicar esa indefinición?

No quiero ser demasiado alarmista diciendo que estamos en un punto crítico y que las elecciones americanas han sido un magnífico ejemplo de la pérdida de influencias y de un despiste generalizado de cómo enfocar la información que manejamos... La reunión que mantuvo hace unos días Trump con los que toman las decisiones en The New York Times fue bastante patética; un encuentro entre enemigos... Pero no entre unos enemigos como deben ser los políticos y los periodistas, sino una rivalidad en la que el político quiere destruir al periodista...

¿El político o el empresario?

Más el político que el empresario... Estoy convencido de que el punto central de esta crisis es el encauzamiento que los políticos ejercen sobre la prensa. Nos han absorbido y nos hacen la agenda del día a día. Sinceramente, no creo que lo estemos pasando tan mal por la incidencia de los poderes "económicos", y eso es algo que quiero poner entre comillas. El problema es que la agenda informativa la hacen los políticos. Controlan los periódicos, las emisoras de radio, los canales de televisión. ¿Cómo es posible que cuatro o cinco canales televisivos estén hablando de lo mismo a la misma hora?

¿Esas coincidencias no es posible asociarlas a un cúmulo de casualidades?

Se dan todos los días... Hay un déficit en la prensa, que yo no digo que sea de carácter y personalidad, que solo se puede arreglar cuando seamos capaces de hacer nuestra propia agenda. Yo puedo llegar a entender que un día las declaraciones de los políticos son tan intrascendentes e irrelevantes, que es lo que suele pasar con frecuencia, que no deberían aparecer en los medios de comunicación porque no aportan nada a la ciudadanía. Si ocurriera algo parecido, seguro que se esmerarían mucho más a la hora de convocar a los periodistas. Esto es tan sencillo como ver que su presencia en los medios está asegurada hagan lo que hagan y, por lo tanto, no ponen mucho interés. En este punto es cuando sostengo que políticos y periodistas deberían caminar por distintas aceras. Eso sí, con la existencia de algún que otro paso de peatones, pero pocos.

"Sin democracia decae el periodismo, sin periodismo, se agota la democracia". Esa es una lectura bastante catastrofista, ¿no?

El debilitamiento del periodismo ha coincidido con el deterioro de la democracia: tenemos una democracia bastante averiada en todo el mundo. Las democracias convencionales, incluida la inglesa a pesar de que sea la más antigua, están heridas de muerte. Esta es una crisis que se retroalimenta de miserias políticas. Cuando los miembros del 15M decían "no nos representan" también estaban diciendo a los periodistas "no nos representaís". Los medios de comunicación tardaron en reflejar lo que era aquel fenómeno; no lo entendieron demasiado bien... La calle tiene el control y los medios hemos perdido el monopolio de la intermediación social. Sin internet y sin redes sociales, lo que no aparecía en un periódico no existía. Sin embargo, hoy muchas cosas existen sin que tengan la necesidad de salir en las páginas de un diario. Yo creo que eso es bueno porque lo que vive del monopolio no aguanta la competencia. Creo que el problema está en la poca resistencia que hemos ofrecido al cambio de monopolio. Hubo un consultor americano que escribió un artículo muy provocativo en el que se preguntaba si merecen ganar los periodistas lo que ganan. Al final llegó a la conclusión de que no, que no se lo merecían si no añadían valor a lo que hacían: para montar la agenda de los políticos y meter unas notas de prensa no hacen falta periodistas. Por eso siempre insisto tanto en el principio de ser capaces de ordenar y, sobre todo, tomar decisiones. Esa es una de las razones por las que cito con frecuencia a Camus. Él quería un periodismo beligerante, no un periodismo a la británica neutral en la que yo cuento lo que pasa y que cada cual saque sus conclusiones.

¿Hace falta más análisis?

No me queda más remedio que volver a los Estados Unidos para decir que los periódicos serios, no los que apuestan por el amarillismo, se dejaron seducir por la extravagancia y le dieron una enorme popularidad a lo extravagante: toleraron las mentiras sin inmutarse y cuando se dieron cuenta de lo que estaba pasando ya era demasiado tarde porque ellos estaban contaminados.

¿Cuál es su diagnóstico de la prensa en España?

En España los ingresos han desaparecido y tampoco sabemos por dónde van a aparecer. La gente que ha pagado toda la vida un periódico ya no quiere pagar, los anunciantes que nos han subvencionado se han ido a otro lado y solo queda saber quién nos va a pagar. Yo creo que únicamente nos puede pagar el ciudadano, pero para que eso ocurra vamos a tener que pedalear muchísimo y, creo, que no todos lograrán cruzar la meta... ¿Hasta cuándo podremos sostener el nuevo periodismo con los ingresos del viejo? Esa caja está cada vez más vacía y los ingresos no llegan. ¡Habrá que ser muy listo para soldar esos extremos!

¿Algo parecido a lo que está ocurriendo en el ámbito literario con el libro tradicional y el digital?

Lo que hace falta es la nueva figura del editor porque en estos momentos los periodistas somos nuestros propios editores y esto incluye asumir muchas cargas... El periodista de hoy no solo tiene que saber escribir en prosa, sino ser un manitas de las tecnologías: hablar en un audiovisual, gestionar un vídeo, manejar un enlace... ¡Muchas cosas!

¿Y en medio de esta revolución dónde queda el romanticismo periodístico de Camus o García Márquez?

Perfectamente sobreguardado. Nadie podría hacer "Crónica de una muerte anunciada" como lo hizo García Márquez. Ni en papel, ni en digital, ni en audiovisual... Lo que nos va a salvar es el periodismo de emociones. Lo ideal es que todos los medios informaran de todo. Por eso son tan importantes los periódicos locales.

¿En realidad cree que son más resistentes?

Los periódicos que se identifican con la ciudadanía lo tienen un poquito mejor porque al final se convierten en el último recurso cuando nadie les hace caso... Hay concejales a los que aún les asusta la frase: si no me haces caso se lo cuento a la prensa. Todo esto está inventado. El romanticismo periodístico consiste en contar algo que alguien quiere que no cuentes.

¿El papel está muerto?

Yo no he dicho eso. Yo creo en el periodismo de emociones y en el valor que tiene una buena firma. Esta es una profesión que nunca te deja ir del todo... Yo estoy en la periferia de un oficio maravilloso. Los que tengan algo más que dar no pueden sentir esa amenaza. Eso sí, tendrán que asumir los cambios con naturalidad.