En su rostro se adivina un recuerdo hitchconiano que traza con una sonrisa irónica y una mirada juguetona. Arquitecto, escritor, dibujante y humorista, José María Pérez González (1941), más conocido como "Peridis", es un icono del humor gráfico nacional que durante cuatro décadas se envasó en El País. "Mi humor es de hechos que hay que explicar; de personajes que hay que desvestir", asegura el cántabro.

Pocas cosas se le deben resistir ya a su buen humor.

Lo único que se me resiste en estos momentos es estar en Estados Unidos. Trump es un gamberro que ahora debe tirar de sus hijos y amigos porque no tiene ni idea de hacer política. Él no quería ser presidente, pero se ha encontrado con un marrón importante. ¡Tiene que estar acojonado!

¿Cómo hubiera trasladado este momento a una de sus viñetas?

No sería fácil... Dar vida a un tipo que está tan cerca del botón que puede mandar a hacer puñetas al mundo y que tiene la posibilidad de cometer unas cuantas locuras si se duermen los agentes de la CIA que lo acompañan no es nada sencillo. Charlot ya hizo ese papel en "El gran dictador".

¿Y el nuevo panorama político que se vive en España?

Los humoristas gráficos tenemos una función terapéutica y estamos obligados a enseñar lo que está pasando. Hay que desnudar al personaje. La obligación de un caricaturista es mostrarlo con sus contradicciones, sus "tics" o en el caso de Rajoy, con su tumbona... Llevo más de diez años dibujándolo recostado en una mientras aguarda que los acontecimientos se vayan resolviendo. ¡Y mire qué resultado le ha dado la última siesta!

El presidente paciente o impasible, según el color del cristal a través del que se mire, ¿no?

Él tiene esa filosofía... Yo la capté hace 10 o 12 años cuando aún era uno de los hombres de Aznar. Rajoy es muy gallego y oriental... Él ve pasar la vida desde una tumbona. Da la sensación de que alguien le ha dicho: siéntate en la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo. Y siempre pasa, el cadáver. Rajoy ya ha visto transitar unos cuantos entierros desde el escalón de su domicilio. ¡Al final desfilan todos!

Otra vez se lo han puesto muy fácil...

Digamos que le han ayudado bastante... No sé si toda su vida gira en torno a la idea de esperar a ver qué pasa, pero en política no le ha ido mal. ¡Ya me gustaría a mí que ocurriera lo mismo con Trump!

¿Sus caricaturas caen bien a los caricaturizados?

No caen mal... En general no me dicen nada. A los personajes se les coge cariño desde las dos vertientes: desde el costado en el que se sitúa el dibujante y desde el lado en el que aparece el protagonista de la caricatura. Sucede lo mismo en el mundo de la literatura. El escritor necesita que existan personas buenas, regulares y malas... A él no le dan sus personajes, sino que tiene que buscarlos.

¿Dónde radica el éxito de un personaje?

Hay grandes personajes que están construidos de una sola pieza como Fraga o, en su momento, Carrillo. A esos no hay que añadirles nada porque vienen hechos, pero otros hay que hacerlos. Cuando logras dar con un personaje redondo, hagas lo que hagas el chiste siempre funciona. El caricaturista, al igual que una madre, no le puede coger más cariño a una de sus criaturas, pero sabe cuándo necesita una caricatura que le está dando de comer.

¿Cuáles son las razones que llevaron a un arquitecto a meterse de lleno en la escena del humor gráfico?

Mis orígenes como caricaturista se remontan a cuando tenía doce años. Sacar el alma de una persona con solo dos trazos -"Peridis" los ubica en los ojos y la boca, no en la nariz- es algo mágico. El secreto está en lo que se mueve de la cara: el gesto de la boca es fundamental para darle carácter a un personaje. El arquitecto y el caricaturista comparten una sola vida desde hace mucho tiempo.

¿Cómo es la rutina de un viñetista?

Es fantástica porque los días son casi siempre diferentes. De vez en cuando alguno sí que se repite. Sobre todo, en el último año. Con esto de no tener gobierno durante tanto tiempo la rutina era bastante previsible porque sabía que Podemos no iba a apoyar a Sánchez, que había muchas posibilidades de que este se diera una galleta y que al final sus compañeros le iban a regalar el sillón presidencial a Rajoy.

¿Vamos, que se veía venir?

Hace más de medio año hice una tira en la que se veían a los de Podemos metidos en un turismo y unos mensajes en las ruedas en las que se podía leer: Podemos, Queremos, Volvemos, Haremos... Ese coche lo vio pasar Rajoy, porque él lo ve pasar todo, y dijo: "¡Hombre, el taxi de Revilla, lléveme directamente a Moncloa!" Y le han llevado. Sánchez lo tenía muy difícil y unas terceras elecciones era una gran tomadura de pelo.

¿Cuál es su análisis del humor gráfico de nueva generación?

Yo soy un admirador eterno del humor que se hizo en España en la postguerra: el de "La Codorniz" y el de "Hermano Lobo". Lo mío era la caricatura y lo tenía un poco más complicado con Franco vivo. No formé parte de esa generación porque yo era arquitecto y llegué después, pero allí había muchísimo talento. Los compañeros se mueren y siento que esas pérdidas son irreparables: Chumy Chúmez, Tip y Coll -en su registro-, Mingote, Summers, Perich... A los caricaturistas de hoy les falta la agudeza mental que existía para burlar la censura. No son malos, pero, creo, que les falta haber vivido la dureza de esos años.

Rajoy es muy gallego

y oriental... él ve pasar la vida desde una tumbona"