Cuando Mecano decidió desdibujar a Dalí en el arranque de una de sus canciones sabía de lo que hablaba. Conocía la tendencia del creador de Figueras a retorcer sus dibujos con unas líneas que en ocasiones parece que intentan huir de la composición, su inclinación por conocer mundos fantasiosos, el placer de usar el color a discreción... Salvador Dalí se ilumina al fondo del Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. Entre una escalera metálica que fractura una visión idílica, los martillazos que anuncian la colocación de una obra en la pared y el desorden habitual que impera en los preparativos de una exposición, en este caso el Mercado de Arte de Tenerife, se distingue parte de una colección que busca compradores. Nunca antes se vendió un Dalí en Tenerife. Al menos no a través de unas transacciones tan cristalinas como la que se abrirán mañana a partir de las 20:00 horas.

A la espera de que empiece a funcionar el datáfono -se ha tenido que instalar uno, no vaya a ser que alguien se quiera llevar un Dalí a casa-, lo que sí hay es una curiosidad desbordada. Una señora, por ejemplo, se llegó a lamentar en las últimas horas por el tamaño de las obras, no por su precio (entre los 6.900 y 34.500 euros). Parece que buscaba algo más grande para alegrar el salón de su casa. ¡Surrealista! El Dalí que se exhibe en el corazón de la capital es el artista que se extiende entre los años 1957 y 1977, el pintor imbuido por el universo cervantiano, la tauromaquia, una mitología desordenada en la que siempre termina aflorando la mujer, esos relojes que curvean como si el tiempo quisiera agarrar el primer atajo...

Ese reloj derretido es una metáfora del paso del tiempo; de su irrelevancia cuando alguien ordena su rutina en torno a un horario. A partir de ese posicionamiento tan daliniano el espectador puede captar sin excesiva dificultad el respeto, veneración en estado puro, que el genio catalán sentía por los postulados de Freud: la belleza y la sexualidad de la mujer emanan en varios de los cuadros que aún son propiedad de un coleccionista alemán que ha descubierto su jardín de las delicias en Tenerife. Y es que antes de que este proyecto empezara a tomar cuerpo, él ya había decidido que quería pasar parte de su vida en la Isla. Si esto sale bien, es probable que pronto volvamos a tener noticias sobre la venta de obras de esta envergadura en suelo tinerfeño.

Mientras todas las miradas se concentran en las pinturas -aquí es cuando el ojo de Dalí que genera el vínculo del espectador-observado-, otros han tenido que cumplimentar unas labores administrativas para cerrar una póliza de seguros que cubre un importe de 160.000 euros. Ese es el riesgo que hay que pagar cuando el nombre de Dalí se añade a los 120 artistas que van a participar en este tradicional mercado navideño. Entre Cervantes y Shakespeare -algo que no es un plus en 2016- Dalí agujerea el cráneo de algunos de sus personajes, crea un colorido escaparate cárnico y sostiene en el aire a musas que hoy sirven de inspiración a jóvenes talentos que ni en el mejor de sus sueños imaginaron compartir la presencia de Dalí en uno de los escenarios favoritos de los surrealistas.