En la nota de prensa que anuncia la vuelta de "Mamma Mia!" al Auditorio de Tenerife -se estrenó en la Sala Sinfónica en diciembre de 2009- se hace una escueta referencia a dos personas que residen en Madrid que ya han visto un musical que está impregnado de la esencia de ABBA más de 80 veces. Una sobredosis. Hay que ser muy fanático para someterse a un empacho de esta magnitud. Vale que la de anoche era la primera vez que Nina desempeñaba el rol de Donna en la Isla. Podría admitir, incluso, el corrientazo de buen rollo con el que retornaron a casa los que acudieron a un estreno que, por supuesto, respetó el guion de lo que ocurrió en estas mismas coordenadas atlánticas hace siete años. En un alarde de optimismo, no tendría problemas en relatar la efervescencia de una puesta en escena que ayer agotó el primero de los nueve pases programados hasta el 2 de enero.

"Mamma Mia!" es, sobre todo, música. Una cabalgata por un universo ochentero que no deja indiferente a nadie. Y es que por mucho que uno se empeñe en mantener las formas, al final acabas notando un calambrazo que desata la parte más festiva que todos llevamos dentro. Coreografías que destilan unidad -tanto las que nacen en la playa como las que confirman el rearme de las Dynamos-, canciones que anidaron en el corazón de la gran mayoría de los asistentes y un dinamismo que provoca que no te quieras perder ni un solo detalle de una función cargada de alegría, compañerismo, dinamismo, diversión, espontaneidad...

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