Original es un calificativo perfecto para definir la obra de Alejandro Correa (Santa Cruz de Tenerife, 1984), quien presenta parte de su último trabajo en la galería Artizar de La Laguna hasta el próximo 28 de enero.

"Horizontes" es el nombre que ha puesto a una colección de una treintena de piezas sin título, la mitad de las cuales giran en torno al tema que preside la tesis que desarrolla en la actualidad. Un trabajo con una gran fuerza expresiva en la que el autor juega con esa línea difusa existente entre el cielo y la tierra.

En esta parte de la exposición, Correa viaja del impresionismo al expresionismo y hay momentos puntuales en los que roza el expresionismo abstracto, en los que el horizonte se difumina de tal forma que desaparece cualquier referencia figurativa. Esta tendencia refleja la influencia que han ejercido en su formación artistas Mark Rothko o William Turner, además de Pedro González y Gonzalo González, entre otros.

La otra mitad pertenecen a otras series anteriores, en las que dominan los árboles y la figura humana, unos personajes solitarios cuyas siluetas destacan aisladas del mundo en unos paisajes mentales producto de su imaginación, pretextos recurrentes en los que ha volcado su peculiar técnica con el acrílico sobre lienzo.

También llaman la atención algunos de los formatos en los que ha realizado algunas de sus pinturas, ovalados o como una paleta de pintor, una visión entre los pictórico decorativo que recuerda tiempos clásicos en el arte.

"Son paisajes mentales, casi metafísicos. No es un paisaje que rodea al artista o vea en fotos, sino que le sale de dentro, por eso creo que empatiza mucho con el espectador. No es un paisaje que nos resulte familiar, porque no es insular, con el que podamos sentirnos identificados. Es un paisaje que tenemos dentro, de ese individuo que se siente solo en la inmensidad de un espacio que no es el nuestro", apuntó Frasco Pinto, director de la galería Artizar.

Otro aspecto destacado de Alejandro Correa es la destreza con la que utiliza la técnica del acrílico sobre lienzo, de forma que en determinadas pinturas llega a parecer óleo por las texturas, calidades y efectos que consigue porque pinta y repinta la obra.

"Tiene una pincelada muy variada. Hay una obra en la que creo que no ha tocado el lienzo con el pincel, sino que la ha salpicado miles de veces. Hay otra, que es casi expresionista, en la que se ve un horizonte y una especie de columna de humo. En otras no se ve nada, es casi expresionismo abstracto puro. Están hechas con salpicaduras, que luego se va saturando y acaba chorreando en algunos sitios. Son infinidad de puntos, no ves pinceladas sino salpicaduras. No he conocido en Canarias a ningún artista que utilice esta técnica como él", destacó.