Teatro de toda la vida. De esos que recorrían la geografía española en el pasado buscando almas que estuvieran dispuestas a entregarse a un rato de entretenimiento para desterrar unas cuantas preocupaciones. A partir de esa regla tan básica, que no sencilla, maduró anoche la primera representación de "Ninette y un señor de Murcia". No se llenó el Guimerá, pero los que fueron disfrutaron de un espectáculo que destiló diversión, humor, tradición... El tiempo se marchó volando sin que los asistentes se arrepintieran de estar siendo testigos de una función que Jorge Basanta rasgó con un monólogo para explicar las razones por las que Andrés Martínez Segura decide viajar a París.

En la capital francesa coincidió con una Julieta Serrano vitalista, un Jorge Mora neurótico y un Joaquín Kremel socarrón. Los cinco construyeron magistralmente en una sola escenografía el clásico de Miguel Mihura. Frases hilirantes que se acompañan con gestos alocados, rostros que se transforman para transitar por distintos estados de ánimo, la misión imposible de un señor de Murcia que únicamente quería vivir en primera persona las emociones de la ciudad del Sena, el amor inocente o buscado... Esos son los puntos por los que evoluciona una adaptación que se desliza con agilidad por unos raíles fácilmente reconocibles. Y es que es la "Ninette y un señor de Murcia" de siempre, pero en manos de cinco intérpretes que explotan al máximo todas sus cualidades artística.

Es un teatro vivo que respira actualidad -a Mihura se le puede catalogar como un visionario que imaginó cosas que hoy no nos resultan tan extrañas-, pero que conserva la magia de las representaciones minimalistas que siempre acaban conquistando a la audiencia por la empatía que se crean entre los personajes y el público. Hoy, a las 20:30 horas, Kremel volverá a gritar: "De aquí no sale nadie".