Encuentros como el vivido este domingo en el Espacio Cultural El Tanque considero que son de esos a los que uno debe acercarse desprovisto de prejuicios, desnudo, abriendo oídos y corazón, casi como un dejarse llevar, pero, sobre todo, con el propósito de improvisar, cambiando la rutina de sofá y televisión, de la soledad acompañada, por algo diferente y original.

Hubo quien "abandonó" tras apagarse el primer tema, quizá como parte de la improvisación. Admito que no resulta sencillo seguir una "partitura" de este tipo de propuestas y me quedo con sensaciones, impresiones; todavía hoy continúo hilando y guardando una mezcla de sonoridades.

Pedro Barboza y su Patchwork Ensemble, formado por Guillermo Torres a la trompeta; Nuria Andorrà en la percusión; Carlos Costa al contrabajo; Carlos Lupprian en la electrónica en vivo y Beatriz Salvatierra en imágenes, diseño y vídeos ofrecieron un programa compuesto y concebido expresamente para el festival.

La primera de las piezas, titulada "Simpatía", obra para guitarra y dos cajas, mostró mucho de lo que supone compartir vibraciones, en definitiva, emociones. Se desprendía un elemento de creación original, de rasgo natural y hasta primitivo en la figura de Pedro Barboza acariciando y frotando su guitarra, como si se tratara de una compañera, descubriendo una multiplicidad de efectos ya fuera en los costados, la boca, el mástil, el puente, las clavijas, la piel de las cuerdas... Siempre en constante búsqueda.

Así, la recorría y acariciaba; pulsaba al aire, digitaba, rasgaba, en un trabajo de exploración y reconocimiento mutuos que encontraba respuesta y eco en el juego de reverberaciones del max.

Con "Acciones colectivas", el segundo tema, se presentó el ensemble en su conjunto y el espacio se hizo ancho. El Tanque se acomodó a la propuesta y participó de simetrías, sonidos que estallan, notas sugeridas, diálogos entre cuerdas (guitarra y contrabajo) con la trompeta y un platillo circundando el perímetro.

En "Ori-gen", la identificación con el público resultó más cercana. Rogelio Botanz silbó para advertir su presencia y el poeta Ernesto Suárez seguía vibrante el "recitado" de sus poemas. El silbo gomero sirvió de melodía y la improvisación ganó en elementos y matices.

De fondo, la proyección deletreaba un mosaico de sombras; el asunto de la vida... La fugacidad del sonido.