Del violoncello hay quienes dicen que es el más sensual de todos los instrumentos, afirmación que el maestro Lluís Claret Serra (Andorra, 1951) matiza con acento afable y un sentido del humor de enorme arco. "Depende de quién lo toque" (Ríe). En todo caso, entiende que quizá sea así "porque es el que tiene un registro sonoro más parecido a la voz humana".

Mientras se acomoda en un sillón del "hall" de entrada del Conservatorio Superior de Música de Santa Cruz de Tenerife sostiene un cartel donde figura junto a su cello, un Nicolas Lupot. "Hay muchos tipos de instrumentos tocables. Yo he tenido cellos antiguos, luego me pasé durante muchos años a otros más modernos, pero este, en particular, un Nicolas Dupot de 1820, es obra de un luthier al que se considera el Stradivarius francés, que se acerca por sonido, por barniz y calidad de facturas a los italianos", explicaba.

Y no esconde que lo soñaba. Lo esperó durante veinte años. Esta joya pertenecía a un alumno suyo francés que acudió a una de sus clases en Barcelona. Fue entonces cuando el maestro Claret le comentó que si algún día tenía intención de venderlo lo llamara. Así fue. Desde hace doce años se han hecho inseparables. "Es como si hubiera encontrado mi voz definitiva. He tocado muchos años con otro tipo de cellos y me encontraba feliz", pero confiesa que "con este siento algo especial".

Quienes lo conocen destacan su sencillez, sin manías, la cercanía de un prójimo; tan pronto toca en las más renombradas salas del mundo como en el estudio de un escultor o con la recién creada Sinfonietta. "No soy el único. Hay artistas así. Creo que no debemos ser especiales en el trato con las personas, en todo caso afables y cercanos a la gente. Hay momentos que exigen otro carácter: antes, durante y después del concierto, pero lo mismo le sucede a un escritor, un arquitecto o un zapatero... o a un periodista".

Y es que la música no es exclusivamente un proceso técnico, sino una herramienta que debe servir para que "el instrumento desaparezca y entonces podamos hacer de ella una parte de nosotros. Cuando uno oye a Casals no escucha solo un cello, sino una voz que surge desde las profundidades y llega a lo más alto... Escucha una voz, no un instrumento".

Tuvo la suerte de conocer a Pau Casals a través de su hermano Enric. Lo vio unas cuantas veces en Prades (Tarragona) y guarda la imagen de un viejecito afable y cercano a los niños, "como éramos entonces mi hermano y yo". Y recuerda que tocó ante él un par de veces. "Estaba supernervioso, frente a aquella cara concentrada. Nuestros padres querían saber si servíamos para esto. ¡Y parece que dijo que sí! (Ríe). Pero podía haber sido que no. El hecho de que Pau Casals fuera mi padrino no me garantizaba que estuviera dotado para la música".

Sobre las suites de Bach para violoncello subraya que el maestro descubrió su aspecto filosófico y musical. A partir de ahí, esta obra representa para cualquier cellista "una especie de biblia civil que tenemos en nuestra mesilla de noche y desde la que evolucionamos como músicos y personas".

La rebeldía la traduce como el "no conformarse", ese querer ser cada día un poco mejor que ayer. Y considera que "la pedagogía nos ayuda mucho; es una materia viva". Al compás, frasea: "Uno no puede encasillarse en una forma de enseñar y hacerlo así treinta o cuarenta años, porque la enseñanza evoluciona, la percepción de los alumnos también cambia. Hay más rebeldía en la juventud y debe aprovecharse para motivarlos".

Aunque llevaba tiempo sin venir a Tenerife, en un espacio corto ya ha pisado la isla en dos ocasiones. Por la amistad que le une con Miguel Jaubert, profesor del Conservatorio y alumno suyo, el pasado mes de mayo asistió al encuentro de cellistas que tuvo lugar en Adeje y ahora, acompañado por su mujer, la también cellista Anna Mora, imparte unas clases magistrales en este centro y hoy se suma a la Sinfonietta.

Del "Concierto para violoncello nº 1 en do mayor" de Haydn, que se descubrió tardíamente, en los años sesenta del pasado siglo en una biblioteca de Praga, señala que "es una obra de juventud, muy fresca", y destaca que "colaborar con una orquesta, un proyecto nuevo, resulta ilusionante. Me gustan estas iniciativas porque percibo un ambiente distinto al que se da en una formación profesional. Se respira savia de juventud".

Este concierto lo lleva en las venas desde los 18 años, pero en cuanto a la interpretación explica que "siempre hay que buscar acercarse a una lectura como si fuera la primera, como si uno fuera el autor de la obra. Un gran profesor mío, pianista, al preguntarle cómo hacía para tocar Mozart, respondía que durante veintitantos minutos intentaba ser Mozart. Sin chulería. Con toda la humildad posible olvidas tu ego y te metes en la piel del compositor".

La música la entiende como una escuela para la vida. "Nos hace crecer y así hay que tomarla. Hay quien estudie música con el único propósito de triunfar, un aspecto que se puede añadir, pero la música representa algo muy profundo. A partir de ahí, si llega el éxito, mejor. Pero la hacemos porque nos gusta porque es algo en lo que creemos".

Desde septiembre, Lluís Claret es profesor del New England Conservatory de Boston. "Un sueño realizado", afirma. La escuela es de las mejores de EEUU, por tanto de las mejores del mundo. Lástima que tenemos un presidente como Trump, que no es el ideal (ríe), ideal para las artes". Pero a su edad, como jubilado, dice, "representa un regalo de los cielos".

Lluís Claret

músico y pedagogo

programa

"Las Afortunadas" Miguel Ángel Linares "Concierto para violoncello y orquesta nº 1 en do mayor", de Joseph Haydn Solista: Luís Claret "Sinfonía nº 3 en Re mayor" Luigi Bocherini Orquesta Sinfonietta de Canarias Director: Gregorio Fernández Lugar: teatro Leal (La Laguna) Hora: 12:00 Día: domingo, 22 de enero Lluis Claret Serra, nacido en Andorra de padres catalanes exiliados, comienza sus estudios en el Principado, inspirado por la figura de su padrino, el maestro Pau Casals. La familia se traslada a Barcelona y continúa su formación en el Conservatorio del Liceu. Asiste a clases particulares con Enric Casals, que pese a no ser cellista se convierte en su principal mentor. Sus encuentros con maestros como Radu Aldulescu, György Sebök, Eva Janzer, Maurice Gendron o Bernard Greenhouse marcan su personalidad. Ganador de los concursos Pau Casals y Mstislav Rostropovich su carrera se proyecta mundialmente como solista y amante de la música de cámara. Su compromiso con la pedagogía lo lleva a enseñar en múltiples centros y a impartir clases magistrales por el mundo.