Experimentar es un deseo que retumba en la mente del artista Manolo Sánchez (Santa Cruz, 1930), que presenta una veintena de sus obras en la sala del Parlamento de Canarias, en la capital tinerfeña, con el título "A la espera del alba", hasta el 3 de febrero. Es una selección de la obra que ha realizado en los últimos quince años, aunque ahora está embarcado en la realización de una colección de caricaturas para exponer en la Universidad de La Laguna.

Acostumbrados a los dibujos a plumilla, sobre todo de rincones históricos de los diferentes pueblos de Tenerife, bastante fieles a la realidad, aunque con un estilo muy peculiar, y a sus acuarelas de paisajes y marinas, entre otros temas, con una tendencia clara a las tonalidades ocres, Sánchez presenta en esta ocasión unas pinturas dominadas por una explosión de color, faceta bastante desconocida para el público.

Masas de figuras humanas, realizadas con cuatro trazos en negro muy esquemáticos, justo para definir el contorno de los múltiples seres anónimos que repite, son los motivos principales de la mayoría de los cuadros que reúne en Santa Cruz.

También se pueden distinguir diversas casas presentes en su memoria de los viajes que realizó a Italia y ha plasmado en el lienzo, además de caballos galopando en un espacio indefinido y algunas referencias a La Habana. Todos estos temas presiden la parte más figurativa de la colección que presenta como "Gente".

El otro apartado de la muestra está integrada por obras de corte más abstracto, como "Cruz de fuego" o "África", manchas de colores ejecutadas con una pincelada ancha y una mezcla de tonalidades conjuntadas y equilibradas que despiertan la retina del espectador, salvo a los daltónicos.

Los formatos elegidos son cuadrados y rectangulares tanto en posición vertical como horizontal, que divide en dos o tres espacios, o un mosaico integrado por nueve piezas que unidas hacen una, o pinturas en las que las masas de gente salen del lienzo y se apoderan de los marcos, como queriendo huir del lienzo. Son algunos de los experimentos de Sánchez para escapar de su "etiqueta" como dibujante y acuarelista y reivindicar otras facetas.

La presencia de estos grupos de personas proviene de cuando hizo sus primeras exposiciones en Madrid y Barcelona hace ya muchos años. "Pasaban cientos de personas por los pasos de peatones. Era como un ganado de autómatas, sin identidad, cada uno a lo suyo en un mundo extraño, acostumbrado a estas siete roquitas de aquí".

La explosión de color que domina su última producción se debe a que "con el cansancio de hacer dibujo y acuarela acudes a esto por necesidad de cambiar. En el dibujo está más amarrado, aquí lo que impera es el desdibujar".

Y con respecto a su elección del acrílico, aclaró que "el acrílico es como una especie de liberación en un momento de tanto agobio con el dibujo, es más vivaz. Me he identificado con el acrílico, pero me costó horrores. Con el acrílico se puede pintar como acuarela, como óleo y como témpera".

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