La noche comenzó con un tímido eco de guitarra al que siguió la voz de un artista que no se avergonzó por confesar que venía fuera de forma. "Hace tiempo que no me quedó a solas con el público", justificó desde un punto ciego del escenario Jorge Drexler. Algo le que "perdonaron" los que llenaron el teatro Guimerá capitalino.

El uruyuago es un encantador de serpientes. Tiene una habilidad innata para conquistar audiencias a través de las palabras, pero lo de ayer sonaba a la clásica frase que grita un maestro de ceremonias cuando necesita captar la atención del respetable: "Y ahora, el más difícil todavía". A partir de esa metáfora circense, Drexler "sometió", en el sentido más positivo que se le puede atribuir a un término que tiene un delicado componente de represión, a los espectadores con un par de guitarras, un puñado de canciones y un montón de frases. Algunas estaban destinadas a su maestro. Y es que el hombre que baila en la cueva no se olvidó de Joaquín: "Hoy es el cumpleaños de Sabina. Ya casi está en el 69", bromeó justo antes de diagnosticar una velada de chasquidos de dedos, palmas, silbidos y zapateado. Dos horas con un gran Drexler que amenaza con volver pronto.