Antes de ser ampliamente recompensado como director por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España –ganó cuatro Goya por “Blacktorn”– el grancanario Mateo Gil puso su imaginación al servicio de “Tesis”, “Abre los ojos”, “Vanilla Sky”, “Mar adentro” o “Ágora”. “Como director me estoy permitiendo películas que se alejan de los estándares más comerciales”, afirma el creador de “Proyecto Lázaro”, un filme que presentó hace unas semanas en el TEA Tenerife Espacio de las Artes y con el que retomó su carrera como cineasta siete años después de liderar en el desierto de sal boliviano a un elenco encabezado por Sam Shepard, Eduardo Noriega, Stephen Rea y Magaly Solier.

¿Cómo se vive en esa dualidad en la que el guionista y el director comparten el mismo espacio?
Esa dualidad yo no la tengo tan clara. Sé que muchas personas sí que aprecian una división entre esas dos facetas, pero mi objetivo siempre fue dirigir... Lo que pasa es que durante un tiempo me dediqué a otras cosas, me costó más levantar los proyectos y era consciente de que tenía que mejorar a la hora de escribir un guion.

¿Pero las responsabilidades sí que son distintas?
Dirigir requiere de un aporte de energía mayor y, por lo tanto, te obliga a poner más carne en el asador. Ya veremos por dónde me voy a mover en los próximos años, pero me apetecía pasar esta etapa. Como director me estoy permitiendo películas que se alejan de los estándares más comerciales.

Directores de su promoción, en la que figuran nombres como AlejandroAmenábar, Oskar Santos, David Cánovas..., están teniendo relevancia en la cartelera. ¿Uno es consciente de que forma parte de una generación que es vital para el cine que se hace hoy en España?
Además de ser grandes directores, yo destacaría lo buenas personas que son... En esa promoción hay calidad, pero, insisto, me alegra más conocer los valores personales de esos compañeros.

¿Desde la distancia se percibe que el cine contado a través de una mirada canaria ya no es ninguna una rareza a nivel nacional?
Cuando se da una crisis tan profunda como la que se ha generado en España en los últimos años se remueven todas las estructuras de la sociedad para crear unos paradigmas que suelen ser una oportunidad de cambio. En cuanto a lo que pueden aportar los nuevos cineastas de las Islas, creo que el cine canario ya no es solo talento, a eso hay que sumar la formación de sus nuevos directores.

¿Qué opina de lo que está sucediendo con los grandes rodajes en el Archipiélago?
Ser el “service” del gran cine es bueno para las Islas. Yo no veo una amenaza por ninguna parte... El hecho de que vengan esos grandes rodajes a las Islas es la oportunidad para que luego profesionales como David Cánovas hagan una película. Una cosa va con la otra porque esta no es una región demasiado grande y el cine es caro.

¿Cree que existe el riesgo de saturar el mercado, o lo que es peor, caer en un olvido parecido al que sufrieron en el pasado otras localizaciones del sur peninsular?
Ufff... Eso no sabría contestarlo, entre otras cosas, porque no sé el número de producciones que se están ejecutando cada año. Esas producciones son buenas para animar culturalmente alArchipiélago y si se saben gestionar no tienen que generar cosas malas. Cuando era pequeño tenía claro que esta tierra era ideal para hacer un western. Todavía no he convertido ese sueño en realidad, pero sí que he disfrutado muchísimo poniendo en pie “Proyecto Lázaro” en casa.

¿Qué toca después de seguir a Butch Cassidy por el Altiplano boliviano y resucitar a un muerto?
No sé (ríe)... Pero tengo la tendencia de ponerme retos difíciles.

¿Igual de difíciles que los peligros que acechan al cine español?
El cine en España es una actividad de riesgo; un oficio cada vez menos glamuroso en el que ya nadie se forra. Una película no se justifica con lo que puedas recaudar en taquilla porque es insuficiente.