Hemos recorrido un largo camino desde la Torre de Babel hasta la actualidad. Hoy en día muchos de nosotros habitamos en ciudades, y aunque la vida en la polis está lejos de ser ideal, y la realidad desordenada de las ciudades modernas está alejada de los ideales formales que la historia de la arquitectura y la filosofía han ido soñando, aun así, es el mejor lugar para vivir.

La evolución de las ciudades ha pasado por diferentes momentos, primero el religioso, luego el geométrico formal y finalmente el social. Las ciudades ideales clásicas como las de Vitruvio y Platón eran circulares, denotaban armonía y regularidad e ilustraban la cosmología griega. Igualmente, las tradiciones cristiana y judía usaron formas para expresar significado religioso y la ciudad se convirtió en un símbolo moral. Ciudades como La Laguna fueron creadas, ya en el Renacimiento, teniendo en cuenta la religión, pero también los ideales de la ciudad-república de entonces, con sus formas inspiradas en las ciencias de la navegación, el trazado de sus calles diseñado a imagen de la estructura social, con dimensiones simbólicas y un eje principal religioso que enlaza las iglesias parroquiales.

Luego pasamos a la ciudad difusa, que es lo que hemos vivido en Tenerife en los últimos treinta o cuarenta años cuando la población comenzó a buscar viviendas, no en la propia ciudad donde trabajaba, sino en sus alrededores, en Tacoronte, El Sauzal, etc. Pero antes, los accesos a las ciudades eran rápidos, no como ahora, que a determinadas horas no son tan fluidos como desearíamos.

Y ahora queremos volver a habitar la ciudad compacta, el ideal de ciudad mediterránea, que presenta una estructura y trama unida, cohesionada socialmente, genera espacios públicos de sociabilidad, es cercanía a los servicios y permite el desarrollo de la vida en comunidad. Multitud de millennials no quieren comprar casa (ni pueden) sino alquilar pequeños apartamentos, y los baby boomers, con sus actualmente ágiles 60 y 70 años, también quieren volver a la ciudad una vez que los hijos se han marchado del hogar y las enormes casas unifamiliares con jardín se han quedado vacías. Según un informe de la Reserva Federal Norteamericana, los estadounidenses de más edad están reduciendo el tamaño de sus casas y optando por el estilo de vida de alquiler. Nunca en la historia de Occidente hemos tenido el caso actual: los dos grupos demográficos más grandes -los baby boomers y los millennials- quieren vivir en un ambiente urbano, confortable, y con todo cercano. Queremos servicios públicos y transportes cómodos, teatros, restaurantes, cines, deportes y ocio a la vuelta de la esquina, servicios médicos disponibles en la calle de al lado, disponibilidad de alimentos, servicios de mantenimiento, seguridad, control de la delincuencia, y una policía cercana y adecuada.

Pero como los precios de la vivienda y los alquileres se disparan fuera de control en ciudades este deseo se complica. Por ejemplo, en las zonas históricas no nos damos cuenta de que si no somos imaginativos en las políticas urbanísticas estas acabarán por ser necrópolis en lugar de polis. Los distritos históricos conllevan una zonificación que pone un tope a las unidades de vivienda por kilómetro, son demasiado grandes a veces y se impide su reconversión. Incluso a veces los centros están predominantemente zonificados para viviendas unifamiliares.

Creo que en la actualidad estamos ante la necesidad de convertir el término manhatanización en positivo, y tratar de aumentar significativamente las densidades en los centros de las ciudades con el fin de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El profesor de Harvard Ed Glaeser escribió un artículo que aboga por esto: "Para salvar el planeta, hay que construir más rascacielos."

Pero claro, manhatanizar un lugar no se puede hacer de cualquier manera, por ejemplo, en el barrio de Cabo Llanos, en Santa Cruz de Tenerife, se perdió una oportunidad histórica de hacer ciudad densa y compacta. Y es que, como siempre, hacen falta buenos urbanistas y buenos arquitectos, no vale cualquier diseño de ciudad compacta, no vale cualquier diseño de edificio alto y denso.

La arquitectura es un enlace entre ciencia, tecnología, arte y humanidades. Cada una de estas áreas tiene un papel vital que desempeñar en lo que puede o no ser considerado como "arquitectónicamente sano".