Hay citas imposibles de olvidar por la carga emocional que generan en los corazones de las personas que participan en ellas. Instantes que permanecen almacenados en la memoria para siempre por su belleza, por la simpleza con la que maduran hasta alcanzar un punto mágico de no retorno, por la comunión que se crea con personas que juntan sus sensibilidades en un proyecto que te pellizca el alma... Anoche se vivió una de esas secuencias en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. La velada comenzó a balancearse al ritmo de George Gershwin. Sí. Con la música que muchos asocian con el Nueva York lluvioso, melancólico, solitario... La ciudad que nunca duerme. El maestro Rubén Gimeno tomó el mando de la Orquesta Sinfónica de Tenerife antes de que Emilio Aragón pidiera a través de un vídeo "remangarse" para colaborar en proyectos como "Mosaico de sonidos".

Gershwin destapó un concierto en el que músicos profesionales y aprendices dieron una lección de dinamismo, felicidad, vitalidad... Paco Díaz y Charli Llácer, percusionistas de la OST e integrantes de Tuópali Dúo, construyeron un puente entre sus compañeros de "oficina" y las dos docenas de personas con discapacidad intelectual que enamoraron al millar de espectadores que acudieron al Auditorio de Tenerife atraídos por una aventura que reúne a componentes de 14 orquestas nacionales, quienes no dudaron a la hora de componer una partitura que destila cariño. "Mosaico de sonidos" se presentó en formato de cuento: música y palabras se abrazaron en una puesta en escena sencilla pero, a su vez, grandiosa. Los aplausos antes del intermedio resonaron con fuerza en la sala. El segundo acto evolucionó a la categoría de fábula gracias al talento de Carmen Acosta. Fue una cita inolvidable: nerviosa como la primera, pero serena.