La ciudad de Hamburgo tiene alrededor de dos millones de habitantes (los mismos que toda Canarias). Es la segunda ciudad alemana y la séptima de Europa. Su puerto es el más importante del viejo continente, después de Rotterdam. Es uno de los espacios económicos más dinámicos de Alemania y, quizá, de toda Europa.

El puerto de Hamburgo, con sus vehículos y grúas sin conductor, con tecnología punta inimaginable, mueve más de 130 millones de toneladas al año. Es la salida comercial más importante de Alemania, orientada especialmente a Asia. Para que se hagan una idea de los más de 11 millones de contenedores que maneja Hamburgo al año, casi seis van destinados o proceden de China. Una vasta extensión de la HafenCity está dedicada exclusivamente al comercio con China. ¿Por qué? Porque cuando el resto de Europa se dedicaba a mirarse el ombligo, Hamburgo vio que China y Asia ofrecían una gran oportunidad comercial. Y actuó, creando lo que hoy conocemos como HafenCity, la ciudad puerto, una actuación urbanística desarrollada sobre 155 hectáreas, donde además de recuperar todo el patrimonio histórico industrial, de maravilloso ladrillo rojo, y conservar así algo del espíritu del antiguo Speicherstadt, se han edificado seis mil viviendas para unas doce mil personas y oficinas para albergar cuarenta mil puestos de trabajo.

Ahora, en la ciudad natal de Johannes Brahms y Felix Mendelssohn, se ha finalizado esta jugada maestra con la Elbphilarmonie, que es clave en todo el proyecto, su justificación cultural y su emblema. El coste disparatado, las críticas feroces y la dilación en el tiempo pusieron en grave peligro este proyecto urbanístico, tan ambicioso como frágil, y si el ideal hanseático no se hubiera mantenido vivo en la psique hamburguesa probablemente este auditorio no se habría terminado, pero ahora que lo vemos surcando felizmente el río Elba, constatamos que no deja de ser otro ejemplo de la independencia y el espíritu emprendedor de Hamburgo.

Con la libertad que otorga el dinero (el 90% del coste del nuevo auditorio no lo puso Europa, ni Alemania, sino que salió de los propios presupuestos del potente Ayuntamiento de Hamburgo), el viejo almacén del Kaiser, que era el más grande de la ciudad y estaba a la entrada del puerto, como un histórico símbolo de bienvenida, y que fue parcialmente destruido en la II Guerra Mundial, ha resucitado. El histórico edificio de ladrillo rojo, originalmente construido para soportar el peso de miles de bolsas de granos de cacao de enorme peso, ahora presta su potencial estructural y su fuerza como apoyo, como base, de la nueva Filarmónica. El viejo y robusto edificio, que parecía simplemente una parte del paisaje de esa zona de la ciudad de almacenes portuarios diseñados dialogando con las fachadas históricas de la ciudad, proporciona hoy una base sorprendentemente ideal para la nueva sala filarmónica.

Demasiado a menudo, y con mucha ligereza, se acusa a todo nuevo centro cultural de atender a unos pocos privilegiados. Pero desde mi punto de vista la nueva Filarmónica del Elba (Elbphilarmonie) es una atracción genuinamente pública, que proporciona no sólo una arquitectura atractiva sino también una poderosa y elegante mezcla de usos urbanos. El lugar no solo alberga una sala filarmónica y una sala de música de cámara, sino también restaurantes, bares, una terraza panorámica con vistas a Hamburgo y el puerto que ya se ha convertido en tendencia, apartamentos, un hotel y un gran aparcamiento. Estos usos variados se combinan en un edificio como suelen hacerlo en una ciudad. Y como en una ciudad, las dos arquitecturas contemporánea e histórica se superponen creando secuencias espaciales excitantes y diversas.

El edificio se sitúa en los límites de lo posible y fue criticado hasta la saciedad. Nació en 2002 con un presupuesto de 77 millones de euros y que ha acabado a finales de 2016 costando 789 millones de euros. El corazón del complejo es el Elbphlimarmonie. Un espacio que pone en primer plano a los oyentes de la música, al público, y a los músicos, hasta tal punto que la proximidad entre el público y la orquesta es excepcional, creando una sensación interactiva entre la gente y los músicos, casi como si los pudieras tocar con la mano. La Filarmónica del Elba es un diseño de Herzog y de Meuron, también autores del TEA o la TATE MODERN, que soñaron la recreación de una ola encrespada sobre Hamburgo.

Ahora el lugar ha sido invadido alegremente por el mismo público que dudó de él durante el proceso de construcción y se ha transformado en un vibrante centro internacional para los amantes de la música, un imán para el público y el turismo, en definitiva, un nuevo centro de vida social, cultural y cotidiana para los habitantes de Hamburgo y para los visitantes de todo el mundo, rehabilitando un lugar donde antes solo había un edificio histórico destruido por la guerra.