Una gran variedad de obras de treinta y cuatro artistas contemporáneos, algunos de ellos grandes firmas del arte español de los años 50, y una profunda tendencia hacia lo siniestro, además de un amplio dominio de las artes gráficas a nivel técnico, son algunas de las claves que definen la exposición "Cartografías del gusto. Vivencias con el arte", abierta en la sala de la Fundación Mapfre Guanarteme de La Laguna, hasta el próximo 26 de mayo.

Esta muestra, que forma parte de la colección de un particular que prefiere el anonimato, está integrada por cuarenta y cinco piezas entre esculturas, pinturas, grabados, aguatintas, aguafuertes, óleos y acrílicos sobre lienzos, tinta y lápiz gouache y tinta sobre papel, entre otros técnicas mixtas que reflejan las tendencias estilísticas de determinados autores españoles, muchos de ellos canarios, además de varios extranjeros.

La nómina de creadores presentes en esta colectiva, un reflejo del eclecticismo que domina el gusto estético del coleccionista que ha reunido este interesante legado plástico, demuestra que supo apostar por algunos protagonistas del arte emergente en su momento, además de inclinarse también por grandes maestros de movimientos artísticos de los siglos XX y XXI. Abstracción, informalismo, expresionismo abstracto, pop art o neofiguración, entre otros lenguajes, se dan cita en esta valiosa iniciativa.

Un grabado en offset del irlandés Francis Bacon, una aguatinta sobre papel de Miquel Barceló, varios aguafuertes de Fernando Bellver, Eduardo Chillida, Lucio Muñoz, una xilografía de Antonio Tápies o un óleo de Andrés Nagel, Amaya Bozal o Andrés Rábago, comparten la sala con obras de Juan Bordes (escultura en bronce), Carlos Chevilly (escultura en broce), Juan Ismael (dibujo a lápiz sobre papel), Pepe Dámaso, Gonzalo González, Luis Alberto Hernández Martín & Sicilia o Juan Gopar, los norteamericanos Walter Meigs y James English, o el marroquí José Hernández, entre otros universos creativos.

La historiadora del arte Alejandra Villarmea, autora del texto del catálogo publicado con motivo de la exposición, apuntó varias características de la colección y del coleccionista que la ha gestado, alimentado y mantenido hasta la actualidad.

"Destaca la clara proximidad del coleccionista con la mirada del museo, la mirada social. Es una persona que lleva mucho tiempo metida en el mercado del arte y a través de su labor de recolección se puede hacer un seguimiento del estilo del arte español desde los años 50 en adelante, desde Tápies, Chillida, Cánogar..., tenemos una lista amplia. Algunas de ellas fueron prestadas para exposiciones temporales del Reina Sofía, entre otros museos".

Otro aspecto importante es la coincidencia generacional del coleccionista con los artistas que integran la colección. "Él es de aquí y empieza a coleccionar en los años 70 con una determinada estructura de la oferta en el contexto de las islas. Está muy bien representada la generación de los 70, que se movía por La Laguna, en la galería Conca. Ya en los 80, empieza a verse la oferta que tiene, por ejemplo, la galería Leyendecker, la nueva plástica norteamericana, el neoexpresionismo".

La historiadora también incide en el gusto a la hora de elegir un tipo de trabajo u otro. "Son palabras de él. Hay una tendencia hacia lo siniestro, lo oscuro. Le gustan las obras con una cierta profundidad y extrañeza y esto tiene que ver con el momento en el que empezó a coleccionar, en los años 70. Son artistas que tiene como una vena siniestra en ese momento, como José Hernández, Luis Alberto, Gonzalo González o Juan Gopar, entre otros", matizó.

Por último, Villarmea incidió en la inclinación por adquirir material gráfico en sus diferentes manifestaciones, motivado en sus inicios por cuestiones pecuniarias a la de hora de poder adquirir piezas de determinados pintores y escultores, "pero esa tendencia la ha mantenido hasta la actualidad porque le gusta este tipo de trabajos. También le caracteriza su afán de comprador y el placer de intercambiar, motivo por el que su colección vive una continua metamorfosis.

La mayoría de la obras son figurativas, pero en algunas de ellas se recrean realidades muy peculiares, habitadas en ocasiones por seres monstruosos, como las propuestas de Juan Gopar o las de Luis Alberto Hernández, otras rozan más el mundo del surrealismo, como las de José Hernández, o el dibujo a lápiz de Juan Ismael. Otras son totalmente abstractas. Hay para muchos gustos.