El castillo más antiguo que se conserva en Tenerife es el de San Miguel de Garachico, cuya construcción comenzó en el año 1575, aunque ya en 1464 Diego de Herrera levantó la desaparecida Torre de Añazo en Santa Cruz . También se mantienen en pie el castillo de San Felipe en el Puerto de la Cruz y el de San Juan en la capital tinerfeña.

Estos restos del pasado defensivo de la Isla están incluidos en el inventario "Fortificaciones de la isla de Tenerife. De la Torre de Añazo a la segunda Guerra Mundial", trabajo realizado por el historiador Miguel Ángel Noriega por encargo de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias.

Esta guía se presenta hoy, a partir de las 19:30 horas, en el cuartel de Almeyda en Santa Cruz, con la asistencia del propio autor, del director general de Patrimonio del Gobierno de Canarias, Miguel Ángel Clavijo, y del general Ruiz de Oña, prologuista del libro.

Esta publicación divulgativa, con poco más de un centenar de páginas, numerosas fotografías a color, mapas y planos, da un exhaustivo repaso a la historia de las principales infraestructuras e instalaciones militares que jalonan el territorio insular, algunas desaparecidas, además de referirse a las antiguas atalayas y otros espacios relacionados con su defensa de los asaltos de los piratas y de diferentes potencias extranjeras. Los textos describen el edificio, su ubicación, su acontecer histórico y su destino actual.

La obra comienza con un capítulo dedicado a la edificación más antigua de las que existen referencias. "La torre de Añazo fue la primera construida en la isla, en 1464, antes del inicio de la conquista (1494). Era muy modesta y rudimentaria y la mandó levantar Diego de Herrera, que tras conquistar La Gomera vino a Tenerife, donde realizó una serie de intercambios con los guanches tras pactar con Beneharo. Podían sacar madera a cambio de proteger a los guanches frente a los ataques de piratas y berberiscos".

Se desconoce la ubicación exacta donde estuvo este fortín, que se abandonó en 1477, motivo por el que se vino abajo y prácticamente desapareció cuando llegó Fernández de Lugo a la isla para conquistarla en 1494.

"De Lugo se estableció en la Torre Vieja, que edificaron en lo que hoy es la plaza de España. Esta fue la torre primigenia de lo que después derivó en el castillo de San Cristóbal, del que quedan algunos restos en el centro de interpretación existente bajo la plaza de España".

También reserva un apartado a las atalayas de vigía diseminadas por diversas partes de la costa de Tenerife, desde donde se advertía de la llegada de navíos mediante humo, fuego o banderas, entre otros medios, además de las guardias de salud para evitar la "entrada" de epidemias a los puertos.

El recorrido de fortificaciones en sí comienza por el sur, en la Casa Fuerte de Adeje, única que era privada, y no está situada en la costa, sino a cuatro kilómetros de distancia. Se comenzó a levantar en 1556 y fue una hacienda fortificada que tuvo su palacio residencial, panadería, capilla, granero, cuarto de azúcar y otras instalaciones que pertenecieron a la familia de los Ponte. También tenía una torre artillada con diez cañones y soldados.

"Hago un repaso a todas las fortificaciones, castillos y murallas que hubo y las que hay desde finales del siglo XV hasta la II Guerra Mundial, con los búnkers, nidos de ametralladoras, casamatas y baterías de costa del Plan de Defensa de Canarias en los años 40 ante la posible invasión aliada, diseminados por El Médano, Güímar, San Andrés y Barranco Hondo, entre otros lugares".

También recoge en el libro el plan defensivo del Puerto de la Cruz, cuyo Castillo de San Felipe estuvo reforzado por las desaparecidas baterías de San Telmo, Santa Bárbara y San Carlos; o el Fortín de San Fernando en Los Realejos.

La villa de Candelaria también tuvo un castillo, el de San Pedro (1697), situado cerca de la plaza de Patrona de Canarias. Allí se mantuvo hasta que en 1826 se lo llevó una riada provocada por un temporal que asoló la Isla.

También describe los castillos de Santa Cruz, como el de San Juan, aún en pie, el de San Cristóbal, el de Paso Alto, el de San Pedro o el de San Joaquín, la Casa de la Pólvora, además de las baterías que cubrían todo el frente chicharrero, como la de San Francisco, San Telmo, Carnicería e Isabel II, La Concepción, Santo Domingo, Muelle, Santa Rosa, la del Toscal, la Cortina o el Bufadero, además del Fuerte Almeyda y la semiderruida Torre de San Andrés, entre otros testigos.

"La planificación urbanística de Santa Cruz en la décadas de los años 20 y 30 hizo que desaparecieran todas las baterías y el castillo de San Cristóbal", matizó Noriega.

Miguel Ángel Noriega

licenciado en geografía e historia