Julieta Venegas apareció entre una densa niebla. No sé si todo formaba parte del guion o al técnico se le fue de las manos la ambientación hasta inundar el patio de butacas del teatro Guimerá de humo. En medio de tanta oscuridad se distinguió la pequeña silueta de la artista, quien en su regreso a Tenerife optó como primer compañero por el acordeón. Eso sí, en su afán por exhibir sus conocimientos musicales, también tiró del piano y de la guitarra. Arriba, posicionados sobre una modesta tarima forrada con unas telas negras, se movieron Sergio y Matías. La aparente austeridad que destiló la primera instantánea de la noche solo fue un resumen de la sencillez con la que se puede edificar un espectáculo de calidad. El público, que abarrotó el Guimerá, se entregó desde el primer segundo y la artista prometió realizar "un viaje por la esencia de las canciones".

Julieta Venegas tiró de su fondo de armario para cantar al amor, a la melancolía, a las personas que desaparecen sobre suelo mejicano, a la fuerza que hay que tener para reconstruir una vida que acaba de ser arrasada... Habló, cantó y se comprometió a no tardar en volver a pisar un escenario que anoche la devolvió a la Isla de la mano de Búho Producciones. Con una voz algo maltratada por una de esas enfermedades pasajeras, la artista no dejó pasar la oportunidad de obsequiar a los presentes con títulos como "Limón y sal", "Algo está cambiando", "Explosión", "Lento", "El presente" y, por supuesto, "Me voy", que fue el tema que eligió para anunciar una despedida que pareció un hasta luego. "Gracias por esta noche tan hermosa, nos vemos enseguida", dijo.