El papel hegemónico de Occidente para imponer un relato único se ha acabado. En un mundo cada vez más diverso, con ciudades multiculturales y actores emergentes que reivindican un protagonismo mayor, la definición de la nueva globalización no puede escribirla solo una parte de la civilización. Tenemos que aprender a ver a los inmigrantes que viven en nuestras calles como a vecinos, asumir los cambios geopolíticos que ya se están produciendo y construir una nueva verdad, entendida como un espacio común donde cabemos todos. Eso es lo que piensan el periodista Lluís Bassets, el politólogo Sami Naïr y el filósofo Javier de Lucas, que anoche participaron en el último encuentro de la novena edición de Enciende la Tierra, el foro que organiza la Fundación CajaCanarias para poner luz sobre los dilemas que enfrenta el ser humano. Vinieron a hablarnos de la crisis de Europa y de la civilización occidental, pero también nos advirtieron de que ha llegado la hora de consensuar una versión de la historia que nos incluya a todos.

Los tres expertos analizaron el cambio de ciclo en el que está la humanidad y coincidieron, entre otros aspectos, en que la crisis en la que está inmersa Europa no tiene precedentes en sus 60 años de vida. Aún así, lejos de presentar una visión apocalíptica del futuro, instaron a la ciudadanía a trabajar para conseguir una mejor Europa. Paradójicamente, para reconstruir el sueño del viejo continente, hay que tener muy presente el papel que tendrán las ciudades. En 2050, dos de cada tres ciudadanos vivirán en una de ellas. Si queremos que no pierdan su sentido, hay que preservar los servicios públicos y evitar los guetos. El espacio común municipal es la trinchera donde se libra la batalla de la integración.

"Venimos de una época excepcional, de los 70 mejores años de la humanidad. Europa es un edificio en crisis, pero, a la vez, maravilloso. Tenemos la capacidad intelectual más grande de la historia, pero la posibilidad de predecir el futuro ha bajado", admitió el director adjunto de El País. En un contexto así, donde prácticamente todo está en crisis, "las ciudades son la excepción". "Son el futuro, el mundo va hacia ellas, pero también son lugares de gobernanza difícil".

Javier de Lucas coincidió en la revalorización de los territorios urbanos y defendió las ciudades como una forma de resistencia. La integración empieza ahí. "Debemos entender que el futuro no está en ciudades homogéneas -pensar eso solo es recurrir a la nostalgia-, sino en ciudades diversas. Solo trabajando desde esta idea evitaremos los fobotipos", señaló. "Se pueden construir modelos de acomodo razonables en las ciudades".

Pero los problemas de integración también se sienten, y mucho, en el espacio internacional. "En los últimos quince años no habíamos vivido tantos conflictos a escala planetaria como ahora", apuntó Sami Naïr. "Estoy convencido de que la principal característica de este tiempo es que la historia ahora no la puede escribir solo Occidente; hoy no puede imponer su relato y debe asumir que la globalización feliz ha fracasado".

En esta mutación de roles, el periodismo también tiene que recobrar el prestigio perdido si quiere contribuir al mantenimiento y fortalecimiento de la democracia. Bassets -que encuentra los principales retos de hoy en la democracia, los medios de comunicación, Europa y las ciudades- cree que el periodismo debe recuperar el relato único. No se trata de que exista una sola voz, sino de que vuelva a haber un cierto consenso sobre la realidad. Si antes no teníamos dudas sobre los hechos, pero los puntos de vista eran discutibles, ahora ocurre lo contrario: lo único que parece incuestionable son las opiniones.

"Sin verificar hechos no hay periodismo y sin una verdad socialmente aceptada no hay democracia", advirtió el director adjunto de El País, responsable de la edición catalana del diario nacional. "Una sociedad es democrática cuando lucha por la democracia, y lo mismo ocurre con el periodismo y la verdad", planteó. "Europa es el brexitpero también la lucha por superar los nacionalismos excluyentes", dijo.

A pesar de que el mundo cambia, la idea de Europa sigue siendo lo suficientemente atractiva e inspiradora para defender los valores que se asocian a la fallida construcción comunitaria. Puede que "un fantasma recorra Europa hoy" -en palabras de De Lucas-, pero los fantasmas anteriores a la creación de la Unión dan más miedo. "Ya sabemos que no va a haber más ampliaciones, que por primera vez un socio europeo se está yendo, que Europa se está encogiendo", pero no hay que olvidar, remarcó Bassets, que "esta generación es la primera que no ha muerto en un campo de batalla". En definitiva, Europa sigue siendo un buen sueño por el que luchar.