Antonio Manuel Álvarez Vélez, alías Pitingo, confirmó anoche en La Laguna que es un magnífico alquimista, un mago de espíritu presumido que domina el arte de la música que fluye a través de su garganta. En su regreso a Tenerife hipnotizó con su voz y con la sabiduría de la cuadrilla que le acompañó sobre el escenario a los espectadores que anoche se dieron cita en el teatro Leal de La Laguna. El onubense avisó de que iba a ser un concierto sin puertas cerradas y cumplió su palabra al no estancarse alrededor de los temas de "Soul, bulería y más", que era el álbum que aún no había presentado en la Isla.

Estaba claro que la cita iba a estar anudada en torno a las melodías de "Stand by me", "A puro dolor" o "Souluriando", que es el resultado del arte para filtrar los ingredientes esenciales del soul en sonidos que maduran en el sur de la geografía española. Un sur que atravesó parte del Atlántico para desembarcar en un espacio que supo premiar la calidad y valentía de Pitingo.

Pero Pitingo no solo es riesgo. En su ADN hay una capas flamencas que son de serie; unas enseñanzas que se aferran a la cultura gitana que fluye por la sangre de un tipo amable, temperamental, vitalista... Un artista al que no le cuesta nada liarse la manta a la cabeza para acabar al otro lado del charco interpretando un tema incluido en el disco "Malecón Street".

No fue una velada espesa -el público se marchó del teatro Leal con la sensación de que el tiempo se le había pasado volando y, sobre todo, elogiando al invitado-, pero sí intensa y minimalista: los músicos que acompañaron a Pitingo edificaron un universo de sonidos delicados que se enredaron en la garganta de un creador que se ganó la confianza de la audiencia con un poco de soul, una pizca de flamenco y, sobre todo, mucha "soulería", un arte que él domina con solvencia y que consiste en inyectar un toque especial a la tradición. Y es que en su laboratorio musical inevitablemente todo suena y sabe a flamenco, aunque este lo disfrace con otros géneros.