Cuando termino de rodar una película siempre me preguntan por la fecha de estreno. Cuando respondo que en un año como mínimo, la gente siempre se asombra. ¿Cómo es posible que se tarde tanto?

Si hablamos de una película sencilla y sin muchos efectos especiales, el montaje durará, como mínimo, el doble que el rodaje: si hemos rodado cinco semanas, pues diez semanas de montaje. Después de eso vendrán, ya en paralelo, música, edición de sonido, efectos digitales, etc. Cada proceso de estos durará unos tres meses, si todo va perfecto y no se tienen que esperar unos a otros. Por ejemplo, si tenemos una secuencia con muchos efectos digitales, habrá que esperar a verlos acabados y saber cómo son esos balazos y explosiones (es un ejemplo) para ponerles los efectos sonoros que precisen. Después, cuando los efectos digitales se acaben, se podrá hacer la corrección de color, mezclar el sonido y también se acabarán de decidir los títulos de crédito; entonces alguien pensará que esas letras tan bonitas creadas por un diseñador gráfico y que aparecen de una manera determinada al terminar la película deben sonar y se volverá a la edición de sonido para crear esos efectos, se mezclará de nuevo el sonido y, ahora sí, la película estará lista para hacer las pruebas en pantalla grande, donde se verá que algunos planos están oscuros o con falta de definición o lo que sea y se devolverá al laboratorio para solventar esos problemas... En fin, si todo va bien serán nueve o diez meses y nunca va todo bien.

Yo hablo, claro, de películas sencillas; las grandes superproducciones tardan mucho más tiempo. Se podría decir que el tiempo de postproducción suele tener que ver con la longitud de los títulos de crédito de final: cuanta más gente haya trabajado más tiempo se tarda en hacer. El rodaje es muy coral y en él interviene un equipo muy grande de gente, mientras que la postproducción es un proceso más solitario y largo. En todo ese proceso de meses y esperas hay dos momentos para mí muy particulares: uno muy malo y uno muy bueno.

El montador suele empezar a editar la película cuando se está rodando, con lo que, cuatro o cinco semanas después de acabar el rodaje, puedo ver lo que se llama el primer montaje. Se trata de una edición con todas las secuencias, sin nada afinado, todo se deja largo, sin ajustar. Es, básicamente, una recopilación de las secuencias una detrás de otra en orden de guion, es un paso obligado a partir del cual buscar nuevas tomas, afinar montaje, cambiar el orden de los planos, de las secuencias, cortar finales de secuencias o secuencias enteras porque ves que, mientras en guion eran importantes para la historia, ahora la frenan o simplemente sobran. Supongo que es como ir al sastre para ver la primera prueba de un vestido de novia: se han seleccionado las telas, los materiales, se han decidido los acabados e imaginado el resultado y ahora te encuentras con un vestido que más parece un saco de patatas y que, de momento, ni ciñe, ni ajusta ni realza. Pues ese saco de patatas es ese primer montaje falto de ritmo, largo, aburrido, una completa decepción. Has imaginado los planos, los has rodado, tienes claro el montaje, la música que debe ir, los efectos digitales y sonoros que vas a incluir y ahora ves esos planos, uno detrás de otro, sin músicas ni efectos. En mi caso, después de verlo, me voy a casa hundido aunque, eso sí, sabiendo que después de un par de meses ese montaje ya medido, trabajado y puesto en forma será como aquello que imaginé al rodar o mejor; como el vestido que la novia llevará el día de la boda acabado y reluciente pero que, de momento, es un saco de patatas.

Pero, mientras ese momento es muy malo, la postproducción también me da un gran momento, unos instantes mágicos cuando el compositor me enseña las músicas, las melodías que acompañarán mi película. Desde hace años, Juan Carlos Cuello compone la música de mis películas. Hace unos días, al acabar el rodaje en Puerto Rico, retomé la postproducción de "Hawaii" la película que acabé de rodar el verano pasado en Rumanía y que ahora, después de meses de postproducción, está cercana a su fin. Es una historia ambientada en los últimos años del régimen comunista, una historia de esperanza en una época desoladora de crueldad y falta de libertades.

Juan Carlos descubrió el piano de cola y me ofreció las partituras. Cada una tenía pentagramas llenos de notas que para mí no significaban nada, pero sabía que todas las conversaciones que había tenido con Juan Carlos acerca de la película, de lo que quería contar con cada secuencia, con cada plano, habían sido transformadas por él en algo muy poderoso en esos pentagramas: allí había música, la música de mi película.

Elegí la partitura que se titulaba "Construcción". Sabía que esa secuencia en la que todos los vecinos colaboraban en la construcción de un globo, rompiendo la férreas leyes de la época, era uno de los momentos de la película y la música debía acompañarlo dotándole de emoción. Juan Carlos ajustó el asiento del piano, colocó la partitura y empezó a tocar, yo cerré los ojos, tenía clara la secuencia en mi cabeza y ahora Juan Carlos iba a hacerla mágica con su música, como el novio que ve acercarse al altar a la bella novia con ese maravilloso vestido mientras la música, de repente, ilumina la iglesia y eleva el momento. Yo, llevado por la música, sentía cómo los planos ahora tenían sentimiento, transmitían; la historia que yo había rodado seguía allí, pero la música lo elevaba todo, amplificaba las emociones, el suspense, cada sonrisa y cada decepción de los personajes. Al contrario que ese primer montaje donde lo que imaginaste se volvía lento y aparatoso, ahora la película crece y se enriquece y, como un viejo amigo que, de repente, consigue sorprenderte y ofrecerte cosas nuevas, así la película con la música se transforma, cambia, ya no es solo tuya, ahora ella tiene vida propia y te ofrece cosas que nunca viste, descubres emociones nuevas y, como un espectador más, dejas que te sorprenda, que te emocione. Cuando la música termina, vuelvo a la vida real; Juan Carlos me pregunta si me ha gustado y yo, como Humphrey Bogart en "Casablanca", le pido que la vuelva a tocar. Y siento que, probablemente, esa sea la diferencia entre la vida real y las películas: la música.