El Azul Klein Internacional convirtió al francés Yves Klein en un icono, pero la primera exposición sobre su figura organizada en Bélgica desde los años sesenta tampoco olvida sus aportaciones al teatro, el cine, la fotografía y la escultura, ni la influencia del yudo en su labor.

En colaboración con la Tate Liverpool, el museo Bozar de Bruselas exhibe hasta el próximo 20 de agosto en la muestra "Yves Klein: teatro del vacío" treinta trabajos del artista galo, que renovó las corrientes pictóricas de mediados del siglo XX gracias a una obra creada en solo siete años.

"La exhibición realiza un recorrido cronológico sobre cómo Klein se convirtió en quien era en tan poco tiempo. Es excepcional que en menos de diez años revolucionara el mundo y la historia del arte", declaró la directora de exposiciones del Bozar, Sophie Lauwers.

Y es que, pese a fallecer de un ataque al corazón a los 34 años en 1962, Klein se anticipó a muchas tendencias que hoy siguen vigentes, como las "performances", los "happenings", el "body art" o el arte conceptual y minimalista.

El creador pretendía alcanzar la "inmaterialidad absoluta" y el "espacio infinito", lo cual le condujo a renovar la percepción y experiencia del arte.

"Buscaba liberar el arte de sus límites, ya que la infinidad era un concepto muy importante para él. A menudo citaba a Van Gogh, que se sentía aprisionado por las líneas. Para Klein, el color representaba la libertad", explicó Lauwers.

La visión espiritual del arte también deriva de su experiencia como yudoca, pues, como explicó la directora de exhibiciones del Bozar, "si quieres entender a Klein, debes entender su pasión por el yudo".

Tras lograr el cinturón negro cuarto Dan durante su estancia en Japón, descubrió que en Francia no reconocían el título y su frustración le llevó a convertirse en pintor.

"El yudo me ayudó a comprender el espacio pictórico y a descubrir el cuerpo humano en un entorno espiritual", escribió el pintor.

La fluidez y el deseo de liberación se aprecian, ante todo, en sus monocromías verdes, naranjas, amarillas, fucsias y, por supuesto, azules, presentes en la exposición del museo bruselense.

Ya en su juventud afirmó que el cielo azul era "su primera obra de arte" y, años después, colaboró con el proveedor de pinturas Edouard Adam para crear el Azul Klein Internacional, color dominante en sus pinturas que conserva la luminosidad e intensidad original del pigmento.

La muestra también reúne varias antropometrías, las huellas corporales que las modelos femeninas, convertidas en "pinceles humanos" impregnados de pintura, dejaban al posarse sobre el lienzo.

Estas obras acercan a Klein a las "performances", pues para elaborarlas solía reunir a un grupo de espectadores, al mismo tiempo que una orquesta interpretaba la "Monotonía-Sinfonía del Silencio", una partitura del propio artista consistente en una nota sostenida durante veintiún minutos, seguida de otros veintiún minutos de silencio.

Además, organizaba sesiones fotográficas y de filmación durante la realización de estos trabajos, tal y como se comprueba en la muestra bruselense, que podrá verse hasta el próximo 20 de agosto.

"Las antropometrías de Klein pueden entenderse como los residuos de una actuación en vivo, ilustrativas de la descripción de sus obras materiales, que él consideraba ''cenizas'' de un proceso creativo", explicó el museo belga.

El deseo de captar lo inmaterial y difuso también queda reflejado en sus "pinturas al fuego", realizadas con lanzallamas.

"Klein entendía el fuego como una energía vital y esencial para la civilización humana, así como algo que podía ser atrapado y expresado", precisó el Bozar.

Una vez más, la exposición incluye fotografías y metraje del artista mientras elaboraba esas obras.

"Estas imágenes destacan por la conciencia del artista sobre la presencia de la cámara, lo que revela su interés por ir más allá de la pieza de arte para abarcar las disciplinas más difusas del cine, el teatro y el espectáculo", constató el Bozar.

Entre las fotografías incluidas en la exhibición destaca "Salto al vacío", un fotomontaje realizado por János Kender y Harry Shunk que muestra al artista en el aire tras lanzarse desde la ventana de un segundo piso.

"Para Klein, la idea era más importante que transformarla en algo material, y eso es fascinante", aseguró la directora de exhibiciones del Bozar, Sophie Lauwers.