Alguna vez contó que quiso ser arquitecto antes que organero, pero la sangre tira y el aroma a piel y barniz que percibía cada vez que entraba en el taller de su padre alteraron sus planes de futuro. Albert Blancafort ha dedicado meses a la restauración del órgano de la Parroquia de Nuestra Señora de El Pilar de la capital tinerfeña, instrumento que ayer se rindió al talento y a las manos del maestro Juan de la Rubia para fracturar más de tres décadas y media de mudez. "La intervención se inició en 2016. Tres cuartas partes de la misma se ejecutaron en Tenerife y el resto en nuestro taller", revela un catalán que, además, es el fabricante de los órganos de la basílica de Montserrat, montaña en la que está localizado el cuartel general de su empresa, y de la Sagrada Familia.

La de El Pilar no ha sido la primera intervención en las Islas de un fabricante que ya ha firmado 160 proyectos -entre órganos nuevos y restaurados- desde que se hizo cargo a finales de los años 90 de la sociedad que fundó su progenitor en 1963. Blancafort también fue el constructor de los órganos del Auditorio de Tenerife y el del Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria. "Hace poco afrontamos la restauración del órgano de El Médano, que es el tercero más grande que existe en Canarias", recuerda de un operativo menos complicado que el que tuvo que realizar con el instrumento del céntrico espacio religioso santacrucero. "Fue fabricado en 1923 por el organero vasco Lope Alberdi y por su sonoridad hay que encuadrarlo en la escuela romántica", adelanta de manera abreviada antes de facilitar más detalles sobre este proceso de restauración.

Blancafort, cuyos antepasados fabricaban pianolas, apunta que "este es un órgano para acompañar cantos y solemnizar el culto, no para dar conciertos... Lo que ocurre es que, a pesar de ser un aparato concebido para la liturgia, también puede servir para dar conciertos", dijo en referencia a la actividad que ayer ejerció Juan de la Rubia, quien diseñó un programa con partituras escritas por Bach, Guilmant, Guridi o Händel. "En el momento en el que se instaló casi no había electricidad y, por lo tanto, era necesario que una persona le diera fuelle mientras el músico tocaba", añadiendo que "no tengo muchos datos, pero es evidente que en los años 80 entró en un proceso de decadencia, bien porque no había gente que lo tocara o por dejadez... El desuso, el agua que se filtró en su interior y las termitas hicieron el resto", enumera en un primer diagnóstico al que añade que los fuelles, el teclado y parte de la consola se enviaron al taller de Barcelona para ser tratados en una primera fase. "Un equipo de trabajo -con tres y cuatro operarios- trabajó en El Pilar desde el pasado mes de febrero para recuperar los elementos que no fueron enviados a la Ciudad Condal.

Blancafort compara el mantenimiento de un órgano con el de un yate, es decir, que es aconsejable sacarlo del agua al menos una vez al año para ver si hay daños. "Ese control se perdió durante un periodo de tiempo muy largo y, sin duda, complicó mucho más todo el proceso de restauración... Hubo que actuar sobre muchas zonas que estaban dañadas", cuenta sobre un aparato que consta de más de 700 tubos. "Son algunos menos que los 3.855 que tiene el del Auditorio de Tenerife, pero cada actuación tiene sus complejidades", asegura antes de garantizar que "el órgano está en idénticas condiciones, o incluso mejor, que el día de su estreno. Su funcionabilidad es del cien por cien y será Juan de la Rubia quien ponga a prueba su potencia sonoro", dijo horas antes del inicio de un concierto con tintes históricos. "Este y otros órganos de las Islas han tenido el privilegio de caer en nuestras manos. Las cosas que se pueden hacer con un modelo de 700 tubos no son las mismas que están al alcance de uno de casi 4.000, pero cada vez que logramos recuperar una de estas joyas sentimos que estamos dando sonoridad a un espacio que ha dejado de estar mudo", concluye.