Dulce Xerach (Doctora en Arquitectura. Profesora de Gestión de Destinos de Turismo Cultural. Universidad Europea de Canarias)

El casco histórico de Sharjah es un puerto, salpicado de barcos que se colocan frente a la pequeña bahía emiraití. Todo alrededor está lleno de mercaderes indios que van y vienen de Arabia, de África y de más allá. Es una parada hacia Somalia, y hacia puertos del otro lado del mundo, con filas de naves coloridas, dispuestas, con las negras torrecillas de las plataformas petroleras al fondo, es un extraño lugar donde no se puede ni vender ni comprar alcohol. Es una ciudad extraña, llena de lugares extraños que van adentrándose en el desierto desde el muelle histórico, y donde la noche está siempre llena de ecos extraños y del tintineo de los cafés.

Al principio era un desierto cultural. El petróleo aportó dinero y luego el dinero dio toda clase de frutos. La construcción relámpago de la zona ha hecho que los mapas para turistas tuvieran casi ser rediseñados mensualmente y las leyes se extendieron para acomodar la industrialización de la noche a la mañana, realizada por una fuerza de trabajo de inmigrantes

Junto a su centelleante y desenfrenada hermana Dubai, Sharjah es a menudo pasada por alto, pero está ahí, y es el emirato que más se preocupa por la educación y la cultura. En el calendario de arte, su bienal que analiza las fronteras, está obligando a repensar las actitudes árabes hacia el arte y la actitud del resto del mundo hacia el arte árabe. Es un espectáculo optimista con brillantes mujeres jóvenes como su fuerza motriz, especialmente gracias al empuje de su presidenta Hoor Al Qasimi.

Y así como las últimas dos décadas, la Bienal de Sharjah ha enriquecido el paisaje cultural del Golfo al encargar, producir y presentar experiencias de arte innovadoras y desafiantes para la comunidad de los Emiratos Árabes Unidos, al tiempo que ofrece una plataforma internacionalmente reconocida para artistas de la región, y así como se trata no solo de un evento artístico anclado en el área más patrimonial de la ciudad tan diferente a los edificios mediocres de la bonita Corniche Street, y lejos las refinerías y las extracciones de petróleo, sino que recupera la historia, y la arquitectura histórica y entiende que ser modernos no tiene nada que ver con construir insostenibles rascacielos de cristal en el desierto, no es lo único que ocurre en esta ciudad, en este pequeño emirato que está al lado de Dubai y Abu Dhabi.

Hay otra experiencia única en este emirato que observamos desde demasiado lejos los occidentales, sin tener ni idea que lo que se cuece en esta parte del mundo, se trata de la Universidad Americana de Sharjah. Considerada como una de las mejores universidades de Oriente Medio.

Fundada en 1997 por Su Alteza el Jeque Dr. Sultán bin Muhammad Al Qasimi, Miembro del Consejo Supremo de los Emiratos Árabes Unidos y Gobernante de Sharjah, quien soñó en la iniciativa para convertirla en la más importante institución educativa en la región del Golfo. Se basaron, conscientemente, en las instituciones americanas de educación superior, pero esta universidad de Sharjah está sin embargo profundamente imbuida por la cultura árabe y es parte de un proceso más amplio de revitalización de la vida intelectual de esta zona del mundo.

Especialmente increíble es su escuela de Arquitectura, donde los estudiantes no solo aprenden las materias habituales, sino que se enfrentan con la realidad de los materiales, de conocer a los proveedores con los que tendrán que trabajar a lo largo de toda su vida, una vez terminen la carrera. Los talleres y laboratorios para maquetas y para pruebas son los más grandes y mejor dotados que he visto en mi vida y he tenido la suerte de recorrer universidades por diferentes lugares del mundo. Pero no todo queda ahí, sino que incluso abandonan estos talleres universitarios y se adentran en talleres de verdad, en la vida real, y se ensucian las manos aprendiendo a soldar, a interpretar, a explicar lo que desean, a trabajar de verdad, con libertad. A escala uno/uno. Los estudiantes me robaron el corazón en los talleres de tanques Qasioon Trailers, mientras construían y soldaban la futura caseta del vigilante de la Universidad Americana de Sharjah. Y todo ello sin hablar -hoy que es el día del libro- de la maravillosa Feria del Libro de Sharjah, que daría para otro artículo.