Son muchos los gratos recuerdos que destila la mente del arquitecto tinerfeño Vicente Saavedra, comisario de la exposición "Una colección para un viaje", junto a la crítica de arte Victoria Combalia, muestra que se desarrolla hasta mañana, martes, en la sala del Colegio Oficial de Arquitectos en su demarcación de Santa Cruz de Tenerife (Rambla Santa Cruz, 123).

Esta colectiva, que cuenta con un centenar de piezas entre dibujos y pinturas realizadas por otros tantos de los mejores artistas del mundo en la década de los 60 del siglo pasado, será clausurada por el también crítico de arte Javier González de Durana, quien fue director del Tenerife Espacio Cultural (TEA) de Santa Cruz hace varios años, a las 19:30 horas, con una visita guiada por él mismo a la valiosa colección.

Piezas de autores como Miró, Tápies, Guinovart, Vasarely, Saura, Morandi, Max Bill, Otto Dix, Millares, Karel Appel, Cánogar, Lucio Fontana, Heckel, Tamayo, Botelho o Sergie Poliakoff comparten escenario con dibujos de escultores como Pablo Serrano, Alfaro, Calder, Subirachs y Marcel Martí, entre otros. Tampoco falta el legado de algunos de los mejores arquitectos del momento, Gropius, fundador de la Escuela Bauhaus, y Alfred Roth, entre otros grandes creadores.

El origen de este legado, que ha sido visto por más de tres mil personas, sin contar las visitas colectivas de estudiantes y escolares, data del año 1960, cuando un grupo de alumnos de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, entre los que se encontraba Vicente Saavedra, tuvo la feliz idea de invitar a los mejores artistas y arquitectos del mundo a que les enviarán una obra para una exposición organizada con la intención de reunir dinero para su viaje de estudios.

Para conseguir este objetivo remitieron doscientas setenta carpetas a una selección de artistas, escultores y arquitectos de todo el mundo, con unas dimensiones DIN A4 y una leyenda en la parte inferior que decía "85 Promición de Arquitectos. Barcelona. España". Un sello de identidad que ha llegado hasta nuestros días.

Saavedra recuerda que "cuando analizamos y empezamos a recibir obras y que los artistas importantes nos constestaban y eran muy generosos se lo explicamos a nuestros compañeros. Las obras las llevamos a la sala donde queríamos exponerlas y subastarlas después. El propietario de la sala Gaspar de Barcelona se emocionó al ver lo que le llevamos, porque eran obras de artistas que todavía no habían entrado en España. Eso nos hacía sentirnos felices, porque estábamos recogiendo algo más importante de los que pensábamos".

Aquella entrañable experiencia la guarda Saavedra, un verdadero adalid de la cultura, como un tesoro en su mente. Recuerda una anécdota muy significativa, cuando los periodistas les preguntaban si les había llegado algún Picasso. "Le mandamos tres veces la invitación, incluso estaba incluido en el cartel que anunciaba de la exposición, pero nunca llegó nada de él".

"Una colección para un viaje" también incluye un dibujo remitido por Martín Chirino, además de otro de Manolo Millares que desapareció en la primera muestra que hicieron en Barcelona, aunque está presente en una copia que hicieron de la página de un periódico de la época. Canarias también está representada por una pintura de Felo Monzón, que no se trajo a Tenerife por ser de un formato mayor que el resto.

Dalí es junto a Picasso otro de los ausentes en esta iniciativa, pero el motivo es bastante curioso según Saavedra. "A Miró le pedimos en una carta una obra, a través de un amigo que se la entregó. Cuando le remitimos la lista de todos los artistas a los que habíamos solicitado su colaboración, nos contestó con una carta durísima, diciéndonos que cómo no sabíamos distinguir el bien del mal, la verdad de la mentira. Que cómo íbamos a incluir en esa lista a Dalí y a Cocteau, aunque de este último teníamos ya dos dibujos. Le contestamos que habíamos cometido un fallo. Al final, a Dalí no se lo pedimos porque Miró nos dijo que no lo hiciéramos".

500.000 pesetas

Una de las preocupaciones de aquellos futuros arquitectos era que se desperdigara aquella magnífica colección si se hacía una subasta. Al final, varios miembros de la Junta del Colegio de Arquitectos de Barcelona defendió la idea de adquirir todas las obras para exponerlas en su futura sede. Pagaron 500.000 pesetas, dinero con el que los alumnos pudieron realizar su soñado viaje por Europa y ver sus joyas arquitectónicas. El valor de este conjunto de piezas se desconoce, pero es una verdadera radiografía del arte que se hacía en los 60.

El Libro Verde

Aquella grata experiencia, poder ser protagonistas de esta singular iniciativa, un hito en la historia del arte en España al poder introducir en el país obras de autores desconocidos hasta el momento, descentró a muchos alumnos que tenían que preparar su proyecto de fin de carrera. "El catedrático responsable nos puso una condición. Este viaje se tiene que convertir en un proyecto de fin de carrera. Tienen que hacer una reseña crítica de todas las obras que van a ver. Hicimos un dossier cada uno, que se recogió en el Libro Verde, presente en la exposición".