Soy yo de los que piensan que el mundo del vino necesita, en el aspecto marketiniano general, un "aggiornamento" urgente y una nueva forma más lúdica de acercarse al consumidor no profesional. Estaremos de acuerdo, en este sentido, que la búsqueda nasal o palatal de raras frutas, hierbas extrañas o la insistencia en la recalcitrante "maloláctica" son detalles que gustan al "insider" pero que, a menudo, tiran para atrás al cliente que, simplemente, quiere disfrutar de un vino. Atención sin embargo en este punto (el "simplemente"), que requiere explicación. Dice (y suscribo enfáticamente) Ferran "Freddie" Centelles, sumiller de El Bulli Foundation, que hay que acabar con la "pijería" de las definiciones técnicas u organolépticamente complejas, aptas solo para "connaisseurs", para proponer al consumidor aspectos más emocionales -"este vino me sabe a aquel crepúsculo en la playa con mi novia"; "sus aromas me recuerdan al verano pasado", etc.-; pero evitando a la vez la simplicidad. "No me sirve -aclara el sommelier- el típico ''me gusta'' porque esto no dice nada. Búscale algo más, tuyo, propio, personal, sensorial". Cierto. De lo que se trata es de acercar, de crear empatías, no de alejar ni cronificar elitismos.

Y bien, pocas cosas en la vida nos pueden "acercar" tanto como el sexo. ¿No? Debo confesar que nunca había visto, en el entorno del vino, algo como el popular (en Tenerife) evento Wine & Sex, ingenioso artefacto promocional creado en las Bodegas Monje por el "Páter" Felipe Monje, un hombre que lo vio y lo ve claro. Adalid del enoturismo (el futuro de la expansión transversal del vino en nuestra sociedad, como me decía hace un tiempo Josep Lluís Bonet, de Freixenet), entendió que el sexo y el vino no solo "maridan" perfectamente (así lo cuenta la historia), sino que son un binomio perfecto para explicar la parte sensual del vino, uno de sus argumentos comerciales más obvios. Y se puso a ello. A día de hoy, Wine & Sex es un "clásico" del sector en la isla y, para un "prospect" como yo, una jovial sorpresa. Vale decir que el "espectáculo" está afinadísimo, que jamás cae en la grosería y que acaba creando una comunión, una catarsis, que a buen seguro contribuirá después a vender mucho más vino. El "crescendo" del show, sabiamente diseñado por el "Páter" en hibridación erótica con las copas, asciende desde la frivolidad palaciega hasta la perversión y, finalmente, la concelebración entre artistas y convidados. Alta tensión, excitación, gemidos, stripteases, acción en directo, "spanking", descaro... Y vino, y la cena. Y el escenario que acaba siendo la arena donde se expresan los deseos, promiscuidad entre actores y clientes, entre clientes y actores... Felipe, en ese momento de clímax previo a lo que podría convertirse en otra cosa, cierra la noche y deja que las ansias viajen a los respectivos domicilios. En la boca y la mente de los invitados que ya desfilan hacia la noche cerrada, el vino que da colores y placer y... Vino. Misión cumplida.