Que su primera vocación siempre fue ejercer el periodismo es una realidad que él repite en cada entrevista para convencerse de que las pasiones nacen cuando menos te lo esperas. En el caso del catalán Josep Maria Pou, cumpliendo con sus obligaciones castrenses como infante de marina en Madrid. "Lo de hacer la mili como marinero al lado de la Cibeles puede sonar a coña marinera, pero esa circunstancia acabó siendo crucial para que yo decidiera ser actor", dijo el invitado del guanchero Juan José "Cuco" Afonso en el último acto de "Pasionari@s", que anoche se celebró en el Espacio Cultural de la Fundación CajaCanarias de la capital tinerfeña.

Entre colegas no hay secretos. Esa es una regla que normalmente enriquece los diálogos como el que pactaron dos personalidades de la escena teatral a partir del título "El actor y su obra". El único traspiés de la velada fue el que pegó "Cuco" Afonso camino del sillón desde el que interrogó a Sócrates, perdón, a Josep Maria Pou.

Diez minutos agotó el tinerfeño para destacar la grandiosa figura del barcelonés. Enorme en su envoltorio -con sus 195 centímetros de altura- e igualmente larga si tenemos en cuenta las cinco décadas que ha entregado al mundo de la interpretación un ser nacido en el año 1944, bajo el signo de Escorpio, en una familia de clase media de Mollet del Vallés.

Afonso anotó en un folio todos los pasos que siguió en una presentación inundada de alabanzas, cariño, complicidad... "Pou tiene una personalidad arrolladora y ama su oficio", destacó desde el costado derecho y sin ver cómo se removían las cejas de Josep Maria ante tanto halago. "Ser actor en España es tan difícil como ser torero en Islandia", reconoció el canario antes de realizar un breve retrato robot del hombre que sostenía una extensa y sincera declaración de admiración. "Josep Maria tiene un corazón tranquilo, un cerebro agitado y una mirada inquieta... Y encima, no fuma", enumeró antes de dar el turno de palabra a "Sócrates".

"Deja que recupere el aliento porque, aunque me reconozco en todas esas apreciaciones, no soy consciente de haber hecho todo eso que tú dices".

Pou activó sus recuerdos más tiernos para localizar el primer contacto con el mundo del teatro. "En la España de la postguerra existía una gran actividad teatral... Mi padre no era director, pero sí directivo de uno de los grupos de teatro que había en la localidad en la que nací. Mi madre bastante tenía con cuidar a cuatro hijos", recordó antes de explicar que durante la sobremesa de los sábados buscaba con una mirada "muda" a su progenitor con el objetivo de que este lo llevará al local en el que los operarios trabajaban en el montaje de la escenografía de la obra que se representaba el domingo. "¡Siéntate ahí y no hables!", rescató en el instante en el que expuso la estampa de un niño de 7 años sentado en la soledad de un teatro... "A pesar de todo, yo quería ser periodista", insistió.

La lectura se convirtió en un pozo de sabiduría -Pou confesó que en su casa había más de mil libros y que leía a escondidas cuando lo que se imponía era dormir- hasta que a los 17 años lo llamaron a filas. "Lo único que no quería, porque eran 24 meses, es que me tocara la Marina... Pues me tocó vestirme de marinero y, encima, en Madrid", ironizó al tiempo que manifestó que su destino fue el de secretario del Ministro Naval. "Aquello no era demasiado exigente, entre otras cosas, porque tenía un horario de oficina: iba de 07:00 a 02:00 y para casa". Ahí fue cuando decidió en la Escuela de Arte Dramático, pero no con el objetivo de ser actor sino para reforzar sus inquietudes periodísticas con tres asignaturas que él consideraba claves para mejorar en esa faceta: "Solo me interesaban Dicción, Técnicas de Voz y Vocalización, pero don Manuel Dicenta, que era uno de los profesores, vio algo en mí que cambió mi vida", declaró del instante en el que confirmó que su futuro estaba en las tablas. "Puede que suene algo pedante, pero yo nunca pasé hambre en todos los años que llevo en el teatro. Jamás he estado en paro", expuso.