La búsqueda del placer a través de la prudencia y el bienestar o que los mitos religiosos amargan la vida de los hombres son algunos de los pensamientos que defendió el filósofo ateniense Epicuro (341-270 a.C), líder de una "escuela" que fue bastante denostada por su coetáneos.

Francesc Casadesús, presidente de la Sociedad Ibérica de Filosofía Griega, será el encargado de inaugurar hoy las jornadas sobre pensamiento y cultura clásica con una ponencia en la que analizará la vida y la obra de este pensador bajo el título "Epicuro: Filosofía y felicidad", a las 20:00 horas, en el Espacio Cultural de CajaCanarias en la capital tinerfeña. La entrada será libre.

Este curso, promovido por la sección canaria de la Sociedad Española de Estudios Clásicos con el apoyo de la Fundación CajaCanarias, también contará con la participación de los profesores Alberto Bernabé (14 de junio) y Antonio Alvar (21 de junio), quienes hablarán sobre "Orfeo: transformaciones de un mito", y "Cicerón o los rostros diversos de un mismo hombre", respectivamente.

El doctor en Filosofía y licenciado en Ciencias de la Información Casadesús ahondará en la figura y las claves del epicureísmo, una forma de pensar que se basaba en el hedonismo racional, aunque algunos lo tacharon de libertino. La doctrina que predicó este personaje clásico era vivir en continuo placer, entre ellos los que produce el sexo, además de pasar lo más desapercibido posible.

"Mi idea es hacer un planteamiento de cuál es la esencia del pensamiento de Epicuro para luego trasladarlo a la propia experiencia humana y poder comprobar que siguen muy presentes muchos valores de la filosofía griega y muy especialmente de la epicúrea".

Para este experto en filosofía griega, Epicuro fue una especie de "outsider" de su época. "Un personaje muy atractivo porque fue muy consciente de que iniciaba una manera distinta de contemplar la filosofía frente a los grandes sistemas que había habido, como el platónico y el aristotélico, porque la habían intelectualizado demasiado. Fue un pionero en el sentido de que era muy antiintelectual, él buscó la parte práctica de la filosofía. Había que volver a adaptarla al ser humano".

El inventor del epicureísmo argumentó que no había nada más allá del ser humano, lo que le originó un gran desprestigio. "Era muy crítico con las religiones, la política... Su contrapropuesta era la vida apartada. El Jardín de Epicuro representa y simboliza la búsqueda de una vida más personal, más relacionada con aquello en lo que puedes confiar, los amigos, al margen de los grandes esquemas religiosos, políticos o filosóficos".

En este sentido, la historia señala que compró una casa con un pequeño terreno a las afueras de Atenas, donde fundó el Jardín. Un lugar tranquilo, alejado del bullicio, en el que había charlas, convivencias y celebraciones. Eran admitidas personas de toda condición y clase. Para algunos era, salvando las distancias, una especie de comuna. "La esencia de su filosofía era despreocuparse de las grandes cosas que nos preocupan, como la muerte".

Otro botón de muestra de su visión de la vida era utilizar la filosofía como terapia, como una especie de fármaco, porque no se puede dominar lo que no sabes que va a suceder.

Para él la felicidad no es posible si no estás en una situación de bienestar y hay que vivirla al máximo posible, sin padecer los males que no puedes controlar.

Si Epicuro viviese en la actualidad sería un antisistema, una especie de hippy, que perseguiría una vida placentera, no a través de fiestas y juergas, sino todo lo contrario. "Tenemos pan, tenemos agua, ¿para qué queremos más?"