Está deseando volver a casa para descansar junto a los suyos, recoger velas en su Lanzarote natal tras cruzar el charco por primera vez -antes de acometer este proyecto interpretó "La flauta mágica" en Estados Unidos y República Dominicana- y planificar nuevos retos. "Yo no mido los sacrificios; solo trabajo para resistir en este oficio... No es el caso, pero si tuviera que pagar por cantar lo haría", confiesa el tenor Francisco Corujo (1980) horas antes de debutar con un papel estelar en "Doña Francisquita". La cita, la última de la temporada de Ópera de Tenerife 2016-17, está prevista para las 19:30 horas de hoy en la Sala Sinfónica del Auditorio con el aforo agotado.

¿Cambiar de registro es una dificultad añadida a este estreno?

Yo de por sí no suelo establecer una gran línea divisoria entre ópera y zarzuela. Sobre todo, cuando te entregan el rol de Fernando Soler, que sin miedo a equivocarme, es el más complicado para un tenor dentro del género lírico español: canta y habla muchísimo, pero también tiene una enorme carga dramática.

¿Volver a "casa" -Tenerife fue su lugar de residencia durante su etapa como estudiante- supone algo especial?

Todos los retos son ilusionantes, pero este no es uno más. Aquí me reencuentro con compañeros de conservatorio que tocan en la OST, con profesionales con los que en el pasado hubo una convivencia genial en la que se mezclaron horas de estudio, unas cuantas risas y más de una perrita de vino.

Usted, que ha conocido de primera mano que en el Orfeón la Paz las cosas se hacen por amor al arte, ¿qué sensaciones percibe al poder contar con sus voces para la representación de hoy?

Lleva años demostrando, no solo durante el ciclo que ha liderado Juan Ramón Vinagre, que es una agrupación de primer nivel. Cien años de historia tienen mucho peso. No solo por lo que hacen sus componentes durante los carnavales, sino por el resto de las actividades que planifican en el año.

¿Cuál es su opinión respecto a la incorporación de la zarzuela a la programación de la Temporada de Ópera?

Es una recomendación que trasladaría a todos los programadores de temporadas de ópera estable de este país, es decir, que se fijen en lo que se está haciendo por aquí para crear novedades que pueden convertir en realidad. Si lo hace Ópera de Tenerife eso es factible en el resto del territorio nacional: no solamente se trata de incorporar un título a un programa, sino de producir una zarzuela.

¿Hasta qué punto es determinante el "feeling" que existe en Canarias con este género?

Es algo determinante. Las entradas para la función de hoy se agotaron desde hace tiempo y eso no es casual. El público es el que decide qué es lo que quiere ver y, por lo tanto, es evidente que la tradición es un condicionante. Para que se pueda ver una zarzuela de este nivel hay que realizar antes una apuesta de calidad durante años.

¿Los públicos de ópera y de zarzuela son distintos?

Yo creo que no... Es verdad que existen elementos diferenciadores, pero al final es más sencillo entenderlo como un solo género. A veces caemos en el error de pensar que una zarzuela es una propuesta menor, pero las dificultades de "Doña Francisquista" son superiores a la gran mayoría de las óperas. Musical y teatralmente, esta es una obra compleja. Más que de públicos distintos, lo destacable es el amor que sienten por la lírica.

Además, al igual que ocurre en la ópera, la parte escénica se ha sabido reiventar, es decir, que si hay que meter un Seat 600 en el escenario se hace y punto, ¿no?

La zarzuela, sobre todo en el caso de la "Doña Francisquita" que se ha programado en Tenerife, tiene un contenido atemporal: los que acudan al Auditorio se encontrarán con una trama desarrollada en el Madrid de finales de los años 60. En esa sociedad tan pintoresca conviven los acérrimos al Régimen y los jóvenes que formaron los nuevos movimientos estudiantiles: su mirada repulsiva chocó de frente con un mundo en el que sus héroes y heroínas eran los toreros y las cantantes de coplas.

Sin ánimo de crear una clasificación o algo parecido, lo normal, en función de los tiempos que se han dado en cada caso, es hablar de Celso Albelo, Jorge de León y Francisco Corujo. ¿Se siente obligado a seguir sus pasos?

Yo no mido los sacrificios; solo trabajo para resistir en este oficio... No es el caso, pero si tuviera que pagar por cantar lo haría. A riesgo de caer pesado, porque es algo que ya comenté otras veces, el periodo dorado que vive la lírica en Canarias es consecuencia directa de una tradición folclórica. Ahora mismo hay más voces que están teniendo mucho protagonismo, pero en estos casos se percibe una larga atracción por la música, por el folclore que nos identifica como canarios, y no lo digo con ánimo de caer en un patriotismo facilón, o por el hecho de formar parte de una tuna. A ese amor visceral por la música, lógicamente, hay que sumarle los conocimientos y las experiencias vividas.

¿Y un tren llamado "suerte" al que hay que subirse cuando pase cerca?

Sí... Pero cuando decidas ir en su busca tienes que estar preparado y convencido del paso que vas a dar. En todas las profesiones, el factor suerte es algo con lo que se convive a diario; o te saca para arriba o puede matarte.

¿Volver a casa para descansar y estar cerca de los suyos será más duro que otras veces?

Es mucho más complicado porque la pérdida de mi padre aún está bastante reciente y eso es un hecho difícil de llevar, pero cuando eliges un oficio como este sabes que la ausencia de los seres queridos es algo que está en el día a día... Emocionalmente, este ha sido un año muy duro, pero si te paras los riesgos se multiplican. Toca seguir adelante para disfrutar este proyecto al lado de Inés Ballesteros, Badel Albelo, Cristina Faus, Pablo...