Siempre se dice que un buen guion es la base de una buena película. Otra frase advierte de que con un buen guion se puede hacer una película buena, mala o regular, pero que con un guion malo solo se puede hacer una mala película. El viernes pasado me incorporaba al rodaje de una película y dos hechos hacían especial el rodaje para mí y me intranquilizaban: no era el director de la película, pero sí era el director del documental que pretendíamos hacer sobre el rodaje de esa película e iba sin guion, ni bueno ni malo ni regular, simplemente no tenía guion.

Mientras que en el cine de ficción el guion no es solo necesario sino imprescindible, en el cine documental lo imprescindible es justo lo contrario. Por supuesto que tienes una idea, un concepto de lo que quieres contar, una visión sobre tal o cual materia, un planteamiento sobre el que construir, pero después el documental te llevará a playas que nunca habías pensado en visitar, te guiará por caminos que nunca sospechaste transitar y, finalmente te conducirá a una conclusión probablemente diferente a la que tenías en mente al empezar el rodaje. Por supuesto, el cine de ficción también está vivo, los actores aportan, los personajes cambian, la luz, el vestuario o el maquillaje influyen en la historia, pero el guion esta siempre ahí, marcando un norte, un rumbo a seguir, una guía para no perderse; por eso en rodaje siempre se ve a los directores mirar una y otra vez el guion, como el capitán de un barco estudia sus cartas náuticas buscando el mejor rumbo.

En el cine documental el proceso es justo el contrario; debes tener, como decía antes, una idea, una premisa que lanzar al rodaje, como el que lanza un corcho a un agitado océano, que duda, va y viene y cambia de rumbo según las olas lo agiten. En el rodaje del cine documental vas buscando el rumbo de tu historia, cada entrevista te enseña nuevos caminos, te abre o cierra puertas, más información te hace descubrir nuevas ideas, tu premisa puede palidecer o incluso apagarse del todo, dejándote a oscuras, sin rumbo y sin guía. Rodar un documental es caminar perdido por un laberinto en el que, para buscar la salida, debes estar dispuesto a poner a prueba tus ideas y perder tu premisa, debes tener tus sentidos y tu cabeza atentos a la historia que puede aparecer o descubrir un nuevo ángulo con el que contar tu relato, incluso ver cómo una nueva idea empuja tu premisa como un tsunami a lugares nuevos para ti. Lo más probable es que no aparezca una sola idea, sino que, como estrellas en una noche de luna nueva, vayan apareciendo idea tras idea y, aquí sí, tu experiencia, tu instinto y tu subjetividad deben ser la clave para decidir cuál de esas nuevas estrellas es tu norte y te guiará a una buena historia.

Un guion de ficción se divide en secuencias que, a su vez, se dividen en planos y las repeticiones de esos planos darán lugar a las tomas; por supuesto, puedes rodar las secuencias en un plano - el llamado plano secuencia- o en decenas de planos, pero en uno y otro caso cada toma de esos planos llevará su claqueta, su número, como un perfecto carnet de identidad que servirá para archivarla e identificarla en montaje, dentro de un orden perfectamente establecido. En el género documental una claqueta servirá, por ejemplo, para identificar una entrevista de una hora, pero solo será una indicación; después, en montaje tendrás que volver a bucear en todos y cada uno de los planos rodados, en cada una de las frases de las entrevistas, en cada uno de los gestos, en los documentos que leíste para profundizar tu conocimiento, para componer tu relato, para escribir tu historia. En el género documental, la escritura, el descubrimiento de dónde vas y cómo llegas ahí se suele realizar en montaje, mientras en la ficción afinas, en el documental exploras, mientras en la ficción cambias de orden una secuencia, en el documental construyes una nueva historia, los documentales se escriben por completo en montaje.

En ambos casos ( y hablo por mí) sufres para conseguir el mejor resultado posible, piensas cómo conseguir la mejor historia, pero en la ficción siempre tienes el guion como salvavidas y, aquí sí, como decíamos al principio, un buen salvavidas puede salvarte y uno malo puede llevarte a las profundidades de una mala película. En el documental no tienes ese salvavidas, solo tu instinto, tu experiencia y tu poca o mucha creatividad para salir a flote, pero también es cierto que después de la tormenta, cuando las olas del rodaje y del montaje amainan y tú, con muchos más conocimientos sobre el tema, con más opiniones y más dudas resueltas, consigues al fin crear un documental poderoso, una historia auténtica, un relato esclarecedor, este siempre es más poderoso que la ficción y mucho mas satisfactorio.

Con esta idea en mente y bastante más tranquilo, miré el laberinto ante mí y entré en él, para buscar la historia de mi documental en el rodaje de aquella película.