La imagen de la Virgen de los Reyes descansa estos días en la iglesia matriz de La Concepción de Valverde, a la espera de cumplir con la Subida, el próximo 5 de agosto, y hacer así el camino de vuelta a su santuario en la ermita de la Dehesa.

Los habitantes de El Hierro interiorizan de una manera particular esta tradición, de forma que, como refiere Rayco Padrón, joven piñero que oficia de guía en El Julan, "el tiempo en la isla se mide de cuatro en cuatro años", la secuencia de la Bajada.

Lo cierto es que en la banda sur de la Isla existe un lugar donde el tiempo parece detenido: El Julan. El excepcional conjunto patrimonial que encierra este enclave, en el que destacan elementos como el tagoror y los denominados Letreros y Números (llamados así popularmente por la similitud de algunos motivos con las letras de nuestro alfabeto y los números árabes) entronca directamente con la cultura amaziq, más antigua que la advocación mariana.

En palabras de Ignacio Reyes, doctor en Filología, investigador y autor entre otros trabajos de un diccionario sobre las antiguas hablas amazighes de Canarias, "las muestras de epigrafía insular abarcan declaraciones y sentencias que traslucen un sugerente tono testifical y, por momentos, incluso hasta notarial", un cúmulo de manifestaciones que este experto ensambla "en una dinámica simbólica que evoca, sin duda, valores mágicos y místicos".

Esta herencia de los bimbaches o bimbapos -tal fue la voz que Juan Antonio Urtusáustegui mencionó en 1779- era conocida por los pobladores de la Isla desde antiguo, si bien las fuentes adjudican el "descubrimiento" al presbítero Aquilino Padrón, quien en un segundo intento, acompañado por el pastor Francisco González, puso pie en el lugar en 1875.

Desde entonces, el saqueo y la rapiña han representado una práctica habitual y El Julan no ha sido ajeno a esta circunstancia, de manera que su imagen actual difiere de "fotografías" pasadas.

Y no ha sido en virtud del devenir del tiempo, de la inevitable acción natural, sino por las transformaciones que ha sufrido el lugar como consecuencia de la intervención humana, caso de la destrucción de un conchero para la construcción de una pista rodada; el saqueo sistemático de grabados y otros restos, o agresiones "modernas" en forma de grafitis.

Como recoge Rubén Naranjo en un artículo titulado "Los grabados rupestres de El Julan", ya en el siglo XIX el naturalista, historiador y etnólogo francés Sabin Berthelot (1794-1880) afirmaba poseer un "fragmento de las rocas en que está grabado uno de los signos reproducidos en nuestras planchas", que se encuentra en el Museo Canario de Las Palmas, y aseguraba que se habían enviado al departamento de Antropología del Museo de París "cuatro cráneos y otras piezas de cuevas sepulcrales del lugar".

La misma publicación hace referencia al filólogo Juan Álvarez Delgado (1900-1987), autor de "Inscripciones líbicas en Canarias", quien afirmaba que desde 1945, cuando recogió las primeras anotaciones, hasta 1954 se habían destruido buena parte de los grabados de un lugar que, en febrero de 1992, se declaró Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de Zona Arqueológica.

Entre los trabajos más recientes, el del profesor Mauro Hernández, que interpreta el significado de los yacimientos, así como los de Renata Springer Bunk, sobre la escritura líbico-bereber, y Sixto Sánchez Perera.

En 2016, un estudio puesto en marcha por la Dirección General de Patrimonio Cultural y el Cabildo de El Hierro descubrió una serie de afecciones en las estaciones rupestres de Los Letreros y Los Números (colonización vegetal, roturas y grietas del soporte rocoso, erosión) producida por agentes atmosféricos.

También se pegó, restituyó y consolidó el Panel 13-1B de Los Letreros; se eliminaron residuos de moldes y se abrió un estudio del impacto que generan los senderos por donde transitan los visitantes a las estaciones rupestres de Los Números y Los Letreros, y al que las une con el tagoror y su entorno inmediato.

Cuestión de tiempo.