Un diálogo plástico entre los dragos de Canarias y Marruecos es lo que propone la artista tinerfeña Carmen Cólogan (La Laguna, 1959) con la exposición "Jardines del desierto", comisariada por Eliseo G. Izquierdo, que desarrolla hasta el próximo 15 de octubre en la galería Bab Rouah de Rabat, que luego se exhibirá del 27 de octubre al 27 de noviembre, en el Centro de Arte Moderno de Tetuán. De forma paralela, la autora ofrecerá talleres, participará en diversos coloquios sobre su trabajo y en visitas guiadas.

La colección que presenta Cólogan en la capital alauita, con los árboles como protagonistas centrales, al final un discurso sobre el territorio y el paisaje, está integrada por una treintena de piezas de diversos formatos. Dos de ellas son islarios que presentó en el TEA, con unas dimensiones de siete metros por casi dos de altura, además de otros cuadros de cien por ochenta y un centímetros de "Jardines del desierto", que evocan árboles de Marruecos como el argán, el olivo, el alcornoque y el drago, "que tanto hay aquí como allí", entre otros más pequeñas, que son óleos y lápiz sobre tabla.

"También presento unas lonas, de las que expuse en el TEA, para hacer una especie de camino en un bosque por la isla, en el que te adentras. Es una instalación. Me gustan porque cuando el espectador entra en una sala se encuentra muy separado del cuadro. Me gusta hacer instalaciones para que el espectador se sienta más cerca y más dentro de la obra", precisó.

La clave de la exposición, según refirió, "fue hacer una especie de diálogo entre los dragos de aquí y de allí, entre las semillas del drago del desierto que vinieron y se asentaron aquí. Nosotros tenemos jardines aquí gracias a los del desierto, pero visto desde un punto de vista poético. He querido unificar Marruecos y Canarias con la iconografía del drago. Hay un diálogo metafórico, pero interesante sobre el desierto. La gente cree que en el desierto no hay nada y he querido hacer hincapié en que en el desierto crecen árboles frondosos".

La propuesta plástica de Cólogan siempre ha estado muy vinculada a la naturaleza, sobre todo al universo de los árboles de todo el mundo y de una forma muy especial a los de su tierra. "Como soy isleña y vivo en una isla me vinculo a lo que me rodea, el mar, el aire y la naturaleza. Por eso he trabajado mucho con la iconografía del drago y la platanera, que es lo que me ha rodeado desde chiquita y eso te queda en la memoria".

La obra de esta creadora, que ya prepara para 2018 una muestra en Lisboa, ha evolucionado hacia la simplificación. "Estoy haciendo árboles con óleo y lápiz, como si estuviera deshaciendo el color y volviendo a los orígenes de la pintura, al lápiz".

Aseguró que se encuentra en un momento creativo muy positivo, con muchos proyectos y "un poco más segura, porque cuando uno maneja la técnica ya se puede permitir el lujo de deshacer. Ahora es cuando estoy empezando a pintar, quitar toda esa técnica e ir más a la parte emocional, a una parte un poco más visceral".

Por último, consideró que su obra camina hacia la esencia de la línea. "Después de El Bosque de Islarios que presenté en el TEA, que era muy técnico, muy de elaborar hoja por hoja, todo perfectamente milimetrado, ahora voy a la esencia de la línea, a la línea pura. Estoy quitando cada vez más el color. Decir más con poca cosa".