De su fría estancia en Boston extrae un recuerdo que inmortaliza el instante en el que el ensayista santacrucero Juan Marichal (1922-2010) le entregó un carnet para que pudiera moverse en libertad por la Biblioteca de Harvard. Rafael Cadenas (1930) abre una libreta que está llena de anotaciones pegadas a sus páginas y habla. "¿Usted sabe que hubo un pitcher muy famoso que también se llamaba Juan Marichal?", revela el poeta venezolano en un cara a cara en el que rescata viajes, vivencias anudadas a su esposa Milena, su amor por las palabras... "Marichal recibía cartas sin parar en las que le pedían una pelota firmada y él se molestaba en leerlas y, sobre todo, en contestarlas: Yo no soy el jugador de béisbol, soy ensayista, repetía una y otra vez", desveló Cadenas con una sonrisa silenciosa que cambia la rigidez de su rostro.

Esa fue una de las pocas veces que la risa iluminó una cara que destila melancolía. "Yo nunca me imagine nada de esto", retoma cuando retrocede hasta 1943 para rescatar los primeros trazos de una biografía poética marcada por tres dictaduras. "No soy muy viajero, pero no me quedó más remedio que aprender a serlo: he sido un viajero a contracorriente", añade sobre su primera aventura fuera de territorio venezolano en Boston.

Milena, su esposa, se cuela varias veces en la conversación para reforzar una unidad tan poderosa como la que él ha creado en torno a la poesía. "Ya no me deja manejar un carro", confiesa sobre unos viajes que conformaron un equipaje muy ligero. "No confía en mí (a la hora de conducir), pero hemos vivido muchos ratos de carretera... He tratado que todas esas vivencias no condicionaran mi forma de escribir. Enriquecieron mi vida, pero no los sentimientos que tengo hacia mi país -Rafael Cadena nació en Barquisimeto, en el estado de Lara- y hacia la poesía". Cadenas, autor de poemarios emblemáticos como "Una Isla" (1958) y "Los cuadernos del destierro" (1960), asegura que nunca tuvo la paciencia necesaria para convertirse en un novelista. "Lo mío es retratar la instantaneidad a través de los poemas", refuerza antes de abrir un episodio que tiene que ver con el peso del pasado.

"No es fácil vivir en el presente, la memoria para juzgar el pasado ya me está fallando y los recuerdos huyen", sostiene un autor que está agradecido de un legado colonial. "Los españoles se llevaron el oro, pero nos dejaron la riqueza de un idioma que me ha permitido disfrutar esta vida... El Cervantes es algo gordo, bueno gordito, pero yo no hice todo esto para ganarlo", justifica cuando nace la posibilidad de conquistar un galardón que concede el Ministerio de Cultura para atender una propuesta de la Asociación de Academias de la Lengua Española. "Es tan hermoso que nunca dejas de estudiarlo, no es suficiente con graduarse en la universidad y luego desentenderse de él para siempre", critica el creador venezolano.

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