Su voz crea un eco hueco en un Auditorio Infanta Leonor de Los Cristianos que aguarda la llegada de una treintena de estudiantes. Arriba, en el escenario, Almudena Grandes (1960) se sitúa frente a un pequeño pelotón de periodistas entre los que destaca la presencia de Juan Cruz Ruiz, Premio Canarias de Literatura 2010 y Premio Nacional de Periodismo Cultural 2012. La autora de "Los pacientes del doctor García" (Tusquets) se sube al trapecio informativo sin red. El Nobel de Literatura que la Academia Sueca concedió el jueves a Kazuo Ishiguro provocó la primera respuesta de una escritora que se estrenó con "Las edades de Lulú" (1989). "Es un autor que he leído bastante. A mí Los restos del día me gustó, pero reconozco que me agradan mucho más sus primeras novelas que las últimas", destacó sin perder la oportunidad de decir que "sobre la concesión del Nobel no hay nada que opinar. Hay unos señores que conceden el galardón y se lo dan a quienes ellos quieren. No es algo que sea patrimonio de la humanidad, sino que obedece a una decisión en la que nadie puede entrar. Me alegro por Ishiguro porque es un escritor casi de mi generación al que he leído desde que ambos éramos jóvenes... Es verdad que yo se lo habría dado antes a otros escritores, pero eso es algo de lo que no quiero ni puedo opinar".

Grandes, no obstante, calificó como una gran noticia el hecho de que se reconociera "a un escritor, y no a un cantante, en un instante en el que mucha gente afirma alegremente que la novela de hoy ya está muerta y enterrada y, por lo tanto, no se pueden escribir buenas historias".

La madrileña, columnista habitual de El País, está convencida de que "los escritores no deberíamos tener biografía, pero sí una bibliografía. Al final solo somos lo que hemos escrito", recalca.

Sobre la conexión que se podía crear entre la escenografía, salvando las distancias temporales y democráticas, en la que se mueve Guillermo García Medina y la tensión social de tonos grises que se percibe estos días en España, la autora de que ganó El Sonrisa Vertical (1989) considera que "si la comunidad internacional no intervino para abortar un golpe de estado fascista, no pienso que vaya a intervenir ahora... Ya lo dije en otras ocasiones, pero no me importa repetirlo ahora: las verdaderas revoluciones crecen de abajo a arriba y suelen invadir el poder desde los márgenes. El proceso catalán, en cambio, es un conflicto que se ha organizado de arriba a abajo y se ha originado en el centro del poder", comparó sin obviar que "estamos viviendo una resurrección de viejos demonios que creímos que habíamos derrotado para siempre".

En este punto, Grandes saltó el charco para censurar que "aunque lo resuciten en una versión 3.0 y regrese envuelto en una cáscara supuestamente progresista y neutra, Donald Trump, aunque se presente como un empresario neoliberal, es un fascista 3.0".

Sobre el poder que tiene la actualidad en su escritura, la creadora de "Malena es un nombre de tango" revela que "siempre procuro que la realidad no se inmiscuya en el plan de mi novela, es decir, que no me haga modificar el boceto original. Sin embargo, me cambia a mí. Sobre todo, en el instante en el que pasan cosas que me obligan a posicionarme".

Pero la Almudena Grandes más informativa presume de una independencia que es un calco de su yo literario. "Hasta el día de hoy nunca me han tirado un artículo abajo ni me apuntaron lo que tenía que escribir. Como mucho, alguna vez, en el periódico me dijeron si no me importaba dejar claro que esa era mi opinión para evitar una demanda, pero eso es algo que me parece justo", confiesa al abordar el asunto de la libertad de expresión en el mundo de la prensa. "El mayor riesgo en los días convulsos es la autocensura, eso es más grave que la censura".

De vuelta al universo en el que levantó edificios construidos con palabras, la ganadora del premio que concede la Fundación José Manuel Lara ("El corazón helado" / 2008), dijo que "en contra de esa alegría que experimentan la mayoría de los escritores cuando acaban una novela, yo me siento más triunfal cuando aún estoy en la primera página: a mí no me agrada terminar un libro, prefiero empezarlos... Comenzar una historia es como empezar a construir una casa en la que voy a vivir un tiempo. Sé que puede resultar algo contradictorio, pero acabar una novela es como sufrir un desahucio, es decir, vienen a echarme de mi propia casa".

De los cara a cara que suele mantener con los periodistas, la madrileña recurre a un ejemplo más o menos reciente para resaltar que, a veces, las cosas se sacan de contexto. "Cuando leo un titular extraño en el que el informador escribe algo como siempre lloro en mis novelas me dan ganas de tirarme de los pelos. El otro día pasé media hora hablando con un periodista de El Confidencial de todo y la frase más destacada fue tengo muchos lectores de derechas", rescata en un momento de la conversación en el que narradora de "Castillos de cartón" se posiciona en una segunda línea. "Nunca he recurrido a la escritura para contar mi vida porque, entre otras cosas, es muy aburrida. A partir de ahí, estoy obligada cambiar esa sucesión de días monótonos e iguales buscando una fibra en mi memoria que me permita transferir la idea que tengo del mundo a mis personajes".

Almudena Grandes

Escritora / "Los pacientes del doctor García"