La obra del artista tinerfeño Santiago Palenzuela (Santa Cruz de Tenerife, 1967) refleja la pelea que mantiene con el lienzo cada vez que se enfrenta a un cuadro. Son una veintena de "batallas" plásticas las que exhibe en la galería Artizar de La Laguna, hasta el próximo 14 de octubre.

"Odio sobre lienzo" es el título que irónicamente ha puesto a esta colección que incluye varias series, dos de interiores del "laboratorio" en el que se gestan sus creaciones, otra de naturalezas muertas y retratos, además de una potente escalera de grandes dimensiones (270 x 116 centímetros), "Duggi 36", sita en su estudio, de grandes dimensiones, que invita a subir sus peldaños, y otra titulada "Búfalo y tigresa" (200 x 200 cm), que fue expuesta en 2011 y ha sido reconvertida en otra versión con mucho "peso", más de treinta kilos, y con unas crines "modeladas" a golpe de cincel, como lo haría un escultor.

Palenzuela, que ha regresado a su isla natal tras vivir trece años en Madrid, continúa con su particular actitud vital ante sus composiciones, a las que intenta dominar a base de aplicar óleo por kilos con la intención, da la impresión, de ponerla de pie, de otorgarle tres dimensiones, pero siempre con la idea de conseguir imágenes potentes, fuertes.

Las obras que exhibe, cargadas de materia que supera el marco típico, están complementadas con unas esculto-pinturas, como la cara de un perro y la de Carlos E. Pinto, sobre un pedestal de madera, y una composición de una mesa bastante desvencijada sobre la que posa una serie de cuerpos de animales muertos convertidos en un verdadero bodegón. También exhibe una especie de altorrelieve de un pulpo y de varios cangrejos de mar que parece corretean por la pared de la sala.

"Algunos dicen que son pinturas y otros esculturas. Me da igual, mientras sean imágenes fuertes y poderosas. La verdad es que siempre hay un problema en definirlas. Son pinturas en tres dimensiones en las que se manifiesta su peso específico", indicó además de aclarar que el título de la muestra es un simple juego de palabras lleno de ironía.

El trabajo de Palenzuela huele a trementina, invita a ser tocada porque tiene un cuerpo que consigue despertar los sentidos por su manifiesta tridimensionalidad conseguida a base de kilos de materia que refleja su pletórica personalidad.

"Me he quedado arruinado", aseguró entre carcajadas. En el cuadro del Búfalo y el tigre hay más de treinta kilos de óleo y me ha llevado años. Fue expuesto de otra manera y lo seguí cambiando (...) Antes me traían botes de óleo de cinco kilos, pero ya no lo fabrican. Ahora ando con tubito a tubito (...)".

Este inquieto autor plástico, que disfruta cuando pinta como un chiquillo en la playa construyendo castillos de arena, aclaró que "utilizo brochas enormes que he fabricado uniendo varias normales para hacer las pinceladas, además de espátulas. El óleo lo aplico directamente, el mismo me sirve como paleta, mezclo todo ahí y que dios reparta suerte, aunque tiende a caerse a veces y hay que controlarlo".

Los manifiestos retos técnicos que se le plantean cada vez que aborda un proyecto los asume con humor y una actitud divertida. Pinta, deja secar la enorme capa de óleo que aplica, que a veces se cae por su peso, pero al final "siempre gano yo por testarudez, pero el óleo no está hecho para eso, sino para dos dimensiones. Esto fue por joder más", afirma con la graciosa sinceridad que le caracteriza.

Los temas que elige para ser protagonistas de sus cuadros son muy prosaicos, pero adquieren notoriedad cuando pasan por su mente y el combate cuerpo a cuerpo que establece con el lienzo. "Qué más dan los temas, hay que sacarle partido a temas insulsos, como la escalera que pinté porque creo que es un elemento expositivo muy interesante. Pesa mucho, hay que cargarla entre dos. Estaba pensada para ponerla en el suelo, pero pegaba bien con la mesa que tiene delante en la exposición".

La obra de este amante del arte en general, cuya paleta de colores se ha ido agrisando con el paso de los años, parece que ha ido "engordando" con el tiempo. "Puede ser que estoy más inquieto. Disfruto metiendo mucha pasta. Quizás hay algo de exageración. Creo que engorda porque tengo ganas de ser más bruto", (ríe abiertamente).

Da la impresión de que este creador existe para pintar y pinta para existir. Él es lo que pinta. Es una actitud vital ante el arte muy peculiar, en la que también tienen cabida las naturalezas muertas, las suyas abrazan las tres dimensiones.

"Mi atracción hacia los animales muertos es científica. Me gustan mucho los animales, observar sus cráneos, porque es una manera de estudiarlos en profundidad y trabajar sobre ello. No va de morbo. Siempre me han gustado los animales, por eso los pinto. Los esqueletos son buenos modelos porque se quedan quietos. El otro día me acusaron de maltrato animal y yo no mato a ningún animal, ¿porqué tienen que buscarle tres pies al gato?", se preguntó y reconoció que los animales que exhibe en Artizar se han basado en composiciones de Manolo Millares, al que admira.

Palenzuela, invitado a protagonizar una retrospectiva en el TEA en 2018, declaró que él se decanta por los formatos pequeños y grandes para realizar su obra. "El término medio no me gusta, o mucho o poco. El formato medio me parece un poco aburguesado, como para quedar bien en una casa".