"No paro de hacer trajes a medida", afirma el sastre Néstor Rodríguez. Tal vez por el nivel de exigencia, o por la garantía que ofrece ponerse en manos de un profesional, lo cierto es que las prendas confeccionadas especialmente para quien las usa es una moda que se impone.

A la hora de coserlos hay que decidir el corte y tomar medidas -sabiendo que la boca del pantalón debe descansar ligeramente en el empeine y llegar a la mitad del talón por la parte trasera- y además se tiene que determinar el tipo de tejido; las decisiones se tomarán entre el cliente y el experto.

Entre los materiales, la lana es probablemente el más usado; la de las ovejas merinas se puede encontrar mezclada para conseguir resultados tan exquisitos como el cashmere -con lana de cabra Cachemira- o el mohair -de cabra de Angora-. Cuando se pretenden terminaciones más duras, el tweed, de origen escocés, es el más destacado, mientras que al tratarse de fibras naturales ligeras y, tal vez, más informales, triunfan el algodón o el lino.

Todo hombre debe tener, al menos, un traje azul marino o gris oscuro. A la hora de poner colores, atreverse resulta siempre divertido; los profesionales asesorarán bien y harán de las piezas verdaderas obras de arte. Entre los tejidos más clásicos destacan los de ojo de perdiz, pata de gallo, príncipe de Gales, espigas o cuadros ventana.

La tendencia lleva hacia trajes más entallados que dan confort y permiten el movimiento. "Desde que un caballero experimenta un traje hecho a medida no lo deja. Es como una segunda piel", apostilla Rodríguez.

A la hora de elegir la camisa es importante tener en cuenta el tipo de cuello. El más utilizado es el "cuello inglés", por ser el más formal y discreto. Es un poco más alto de lo normal, pero también más estrecho, y por eso requiere que la corbata tenga el nudo más ceñido. Los "cuellos italianos" son los que favorecen a todo el mundo por ser abiertos, de pie estrecho y puntas cortas. El "cuello americano" lleva botones en las puntas, se entiende que este detalle hace que sea más informal, y por ello no se presta a usar corbata. En la temporada estival se suele apostar más por los "cuellos Mao", mientras que en los eventos de gala, que requieren pajarita o corbata, se usan los "cuellos ópera".

El protocolo estipula que en las ocasiones más formales se lleven los gemelos, que solo se usan con camisa de doble puño o puño francés. Dos o tres piezas, además de una bonita camisa, son los mejores complementos.

Hasta hace bien poco ni se planteaba llevar tirantes, sin embargo parece que se han ido imponiendo y han comenzado a ser el elemento de sujeción por el que se decantan los que más presente tienen las tendencias. Aunque la parte posterior es la que habla de la formalidad, según si son con terminación en H, X o Y, la pinza o el latiguillo es lo que más alcanza a la vista. Lo que se debe tener siempre claro es que jamás se usan a la vez que el cinturón.

De las corbatas se dice que son las prendas que más hablan de la personalidad y del carácter de quien las luce, según el diseño que elijan, pues las características son estándar para todos. El largo debe llegar hasta el límite de la cinturilla del pantalón. La anchura, más allá de la tendencia, debe estar en torno a los 5 centímetros. El nudo tiene que resultar coherente con el espacio que queda entre las solapas de la camisa.

Las pajaritas, que nacieron en el siglo XVII, son hoy el complemento por el que se apuesta, más allá del smoking o el frac. Las hay con distintos dibujos, colores y materiales, casi podríamos decir que es el accesorio de moda, junto con los calcetines de fantasía o el calzado hecho a mano.

Precisamente, el maestro zapatero Abraham Zambrana los crea para que "paseen por la Isla; acompañando a un hombre moderno, elegante, seguro de sí mismo". Los colores fuertes, las formas arriesgadas y los diseños innovadores le dan un giro total a un estilismo que, hasta ese momento, podía pecar hasta de ser algo aburrido.